sábado, 23 de abril de 2011

Libros para la vida

 Un buen día este para rescatar un libro del estante de los libros disfrutados. Quitarle el polvo y permitirle vivir, al aire fresco de abril, una vida nueva, otra oportunidad de conmover. Dudo. Paso mi dedo por sus lomos arrugaditos, leo los títulos. Y será un libro titulado No leer, de ese escritor llamado Alejandro Zambra, el que me ayude a alegir. Este es un  libro donde Zambra habla de libros. 
Como también habla del suyo, Bonsái, aprovecho para recomendarlo y comentar alguna cosa, o mejor para dejar que Zambra nos cuente cuál fue su origen y el modo en que lo trabajó.
Escribir es como cuidar un bonsái, pensé entonces; pienso ahora: escribir es podar el ramaje hasta hacer visible una forma que ya estaba allí, agazapada; escribir es alambrar el lenguaje para que las palabras digan, por una vez, lo que queremos decir; escribir es leer un texto.
Zambra quería escribir un libro que se llamara Bonsái, pero dice que no sabía cómo. Tenía el título y un puñado de poemas.
No recuerdo con precisisón el momento en que Bonsái comenzó a ser (o parecer) una novela. Desconfiaba de la ficción; desconfiaba, en especial, de que fuera capaz de contar una histoira, de que hubiera, para mí, una historia que contar. No quería escribir una novela, sino un resumen de novela. Un bonsai de novela. Borges aconsejaba escribir como si redactara el resumen de un texto ya escrito. Eso hice, eso intenté hacer: resumir las escenas secundarias de un libro inexistente. En lugar de sumar, restaba: completaba diez líneas y borraba ocho; escribía diez páginas y borraba nueve: operando por sustracción, sumando poco o nada, di con la forma de Bonsai.


Alicia Martín (MUSAC)

Pero Zambra en No leer habla de muchos otros libros. De libros y de sus sombras, esas historias que nacen a su alrededor o que son su origen, secretos de vida y escritura, esas pequeñas curiosidades que le dan al libro otra vida diferente que a veces lo engrandece y ayuda a convertirlo en leyenda.
De todos los que comenta elijo para sacar del estante, en esta ocasión, la Antología de Spoon River, esa obra que no es una novela, ni un libro de cuentos, ni un libro de poesía y que lo es todo a la vez. Parece ser que Bolaño recomendaba a los cuentistas leerlo porque, en realidad, los fragmentos de la obra de Edgar Lee Masters son relatos que el autor no quiso completar. 
Intuiciones, según Zambra, más que un plan de trabajo, Masters tuvo intuiciones a la hora de escribir este libro. "Edgar Lee Master se preguntó qué dirían, si hablaran, los muertos de un pueblo del Midwest".  Les dio voz a los muertos, construyó un pueblo de muertos que hablan de la vida, de sus vidas. Respuestas, aclaraciones, declaraciones de amor o rencores, testimonios, ajustes de cuentas, pequeños epitafios que van sacando a la luz sus secretos.
Uno murió de una fiebre, / otro se quemó en una mina, / a otro le mataron en una riña, / otro murió en la cárcel, / otro cayó de un puente donde trabajaba para mantener a su mujer y a sus hijos…/ Todos, todos duermen. Todos están durmiendo en la colina.
Se publicó en 1915 y en el año 40 ya llevaba 70 ediciones. Imprescindible, garantizada de nuevo la emoción.


viernes, 22 de abril de 2011

El texto según Vonnegut

 "Así, hoy, el mundo tiene una célula especializada en actividad menos en los tiempos en que más necesita de la función y acción de células especializadas". Vonnegut acababa de morir. Cuando Fresán se enteró escribió estas palabras que continuaban diciendo: "Me explico: Vonnegut consideraba a los escritores y entendía a los escritores como células especialidades en el tejido de la humanidad. Mejor que lo explique él: "Mis motivos para escribir son del tipo político. Yo estoy de acuerdo con Stalin y Hitler y Mussolini en cuanto a que todo escritor debe servir a su sociedad. Está claro que no estoy de acuerdo con estos dictadores en cómo los escritores deben servir a esa sociedad. En lo que a mí concierne, yo creo –tienen que serlo desde un punto de vista biológico– que deben ser agentes de cambio. Los escritores son células especializadas dentro del organismo social. Y son células evolucionistas. La humanidad todo el tiempo está intentando convertirse en otra cosa; está experimentando con nuevas ideas todo el tiempo. Y los escritores son el medio por el que esas nuevas ideas son introducidas a la vez que un medio de responder simbólicamente a la vida".
Vonnegut también comparaba a los escritores con esos canarios que se ponen en jaulitas al fondo de las tripas de las minas. Esos canarios que son los primeros en morir cuando comienza a escasear el oxígeno y, con su último canto, les avisan a los mineros que están en problemas, que se vienen tiempos difíciles. Y recordarlo: Matadero-5 concluía con un pajarito canturreándole al viajero temporal Billy Pilgrim. La idea era que el canto de un pájaro era lo más inteligente que se podía oír entre tanta insensatez y palabras altisonantes y estupidez desbordada. Ahí está Billy Pilgrim, al final de una guerra que termina –se sabe– nada más que para que pueda empezar otra. Y un pájaro le dice a Billy Pilgrim: "Poo-tee–weet?".
 Dicen que  su Matadero cinco es una de las grandes novelas del siglo XX. El bombardeo de Dresde. Viajes en el tiempo y el delirio. El bombardeo de Dresde volverá a aparecer en varias de sus novelas. No es raro si se quedó perdido y deambuló solo durante días después de la Batalla de las Ardenas hasta que fue capturado por las tropas alemanas. Y encerrado en un sótano destinado a empacar carne llamado Matadero cinco.


Ocho reglas para escribir ficción por Kurt Vonnegut

1. Utiliza el tiempo de un completo desconocido de forma que él o ella no sienta que lo está malgastando.
2. Dale al lector al menos un personaje con el que él o ella se pueda identificar.
3. Todos los personajes deben querer algo, aunque sea un vaso de agua.
4. Cada frase debe hacer una de estas dos cosas: revelar un personaje o hacer que la acción avance.
5. Empieza tan cerca del final como te sea posible.
6. Sé sádico. No importa cuán dulces e inocentes sean tus protagonistas, haz que les pasen cosas horribles (para que el lector compruebe de qué madera están hechos).
7. Escribe para contentar únicamente a una persona. Si abres la ventana para hacerle el amor al mundo, o lo mismo para hablarle, tu historia cogerá una neumonía.
8. Dale a tus lectores toda la información posible lo más rápido posible. Para mantener el suspense. Los lectores deben tener una idea general de lo que está pasando, cómo y por qué, de modo que puedan acabar la historia ellos mismos; las cucarachas pueden comerse las últimas páginas.

Más consejos

Los mejores argumentos son siempre bromas fantásticas que la gente se cree una y otra vez.

● Alguien se mete en un lío y luego sale de él; alguien pierde algo y lo recupera; alguien es víctima de una injusticia y se venga; Cenicienta; alguien empieza a ir cuesta abajo y así continúa; dos se enamoran, y mucha gente se entromete; una persona virtuosa es acusada falsamente de haber pecado; se cree que una persona pecadora es virtuosa; una persona se enfrenta a un desafío con valentía, y tiene éxito o fracasa; una persona miente, una persona roba, una persona mata, una persona fornica.
● Le garantizo que no hay ninguna estructura en un relato moderno, incluso si no tiene trama, que aporte satisfacción genuina al lector si no se introduce alguna de estas tramas antiguas. No creo que las tramas deban considerarse tanto como representaciones precisas de la vida, sino como modos de hacer que los lectores sigan leyendo.
● Cuando enseñaba creación literaria, les decía a los estudiantes que hicieran que sus personajes quisieran algo enseguida, aunque sólo fuera un vaso de agua. Los personajes paralizados por la falta de sentido de la vida moderna todavía tienen que beber agua de ves en cuando. Uno de mis estudiantes escribió una historia sobre una monja a la que se le quedaba un trozo de hilo dental entre dos muelas izquierdas inferiores, y que no podía sacárselo en todo el día. Me pareció fantástico. La historia trataba de temas mucho más importantes que el hilo dental, pero lo que mantenía la atención de los lectores era la ansiedad sobre cuándo se sacaría finalmente el hilo. Nadie conseguía leer la historia sin rebuscar en la boca con el dedo.
● Cuando se excluye la trama, cuando excluyes el deseo de alguien en relación a algo, excluyes al lector, lo cual es muy malvado. También puedes excluir al lector no diciéndole inmediatamente dónde sitúo la historia, y quién es la gente…
● Y puedes sacrificarlo al no enfrentar nunca a ciertos personajes entre ellos. A los estudiantes les gusta decir que no representan enfrentamientos porque a la gente le gusta evitar los enfrentamientos en la vida moderna. La vida moderna es muy solitaria, dicen. Pero eso es pereza. Es tarea del escritor representar enfrentamientos, para que los personajes digan cosas sorprendentes y reveladoras, y educarnos y entretenernos a todos. Si un escritor no puede o no quiere hacer eso, debería retirarse del oficio.

Tomado de The Paris Review. Entrevistas, editadas por Ignacio Echeverría en El Aleph Editores, 2007, pp. 173-212.

jueves, 21 de abril de 2011

Una vida entera para llegar a lo elemental

"Estos días azules y este sol de la infancia"
El último verso de Antonio Machado. Estaba escrito a mano, en un pequeño papel arrugado que su hermano encontró dentro del bolsillo de su gabán, cuando el poeta murió.  

Loretta Lux

miércoles, 20 de abril de 2011

Lo efímero

Vuelvo a lo de sobrevolar el vacío. El de la foto de aquí abajo es Philippe Petit, un funambulista, un poeta que escribió el poema más efímero. Tendió un cable entre las dos torres del World Trade Center y durante 40 minutos sus pequeños pies pintaron huellas en el aire. Desde abajo no se veía el cable, solo un hombrecillo caminando entre las nubes. 
Una vez en tierra, la policía le preguntó que por qué lo había hecho. 
"Para que vuelvan a mirar al cielo", contestó Philippe.

Cuando escribir es sobrevolar el vacío

Lo dice Italo Svevo, que de esto de escribir sabía bastante. Consejo sencillo, pero certero, esa costumbre diaria de acercarse un poco a uno mismo.

Hablando sinceramente, creo que no hay mejor método para llegar a escribir en serio que garabatear unas cuantas líneas a diario. Hay que intentar traer a la superficie desde lo profundo del ser, cada día un sueño, un acento, un residuo fósil o vegetal de algo que puede ser o no ser pensamiento puro, que puede ser sentimiento o bien otra cosa: extrañeza, nostalgia, dolor. Diseccionar enteramente ese algo sincero; y nada más.

De otro modo, el día en que uno se cree autorizado a tomar la pluma, es fácil caer en lugares comunes o divagar en torno a un tema personal que no se ha analizado lo suficiente. En fin: fuera de la pluma no hay salvación. Quien crea que escribiendo media página diaria de una novela va a ser capaz de hacer la novela entera, sin hacer nada más, se equivoca de medio a medio. Ahora bien, esa página escrita bajo la impresión de un momento preciso, de un tono de cielo, del timbre de la voz de un semejante, jamás llegará a ser otra cosa que lo que es: la más sincera de las páginas, pero reflejo, al fin, de una impresión en exceso ligada a la inmediatez y al impulso.

Hay que descartar la idea de intentar componer, a base de retazos, obras mayores. Napoleón solía anotar en un papel las cosas que no quería que se le olvidaran; pero a continuación lo rompía. Romped también vosotras vuestros papeles, ¡hormigas literarias! Obrad de modo que vuestro pensamiento se demore en ese signo gráfico con que una vez fijasteis un concepto, dejad que él lo reelabore y lo modifique a su antojo del todo o en parte, pero no permitáis que ese inmaduro primer destello de pensamiento quede fijado de una vez para siempre, comprometiendo así cualquier posible desarrollo futuro. (2-X-1899) Italo Svevo 
EFE