Jean Claude Gisbert/Opale |
La escritura de un diario también consiste en la eliminación de muchos fragmentos y en las lecturas que se intercalan en esos vacíos. Cualquier diario es un diario de silencios -los espacios en blanco-, un mosaico al que le faltan teselas tan necesarias para el dibujo -o tan prescindibles- como aquellas que se descubren cepillando la tierra.Estas palabras aparecen en la Nota introductoria a uno de ellos, La escafandra, publicado por Destino en 2006. La escafandra es la quinta entrega de sus diarios. Con anterioridad publicó La estación inmortal, Champán y sapos, Arsenal y El Japón en los Ángeles.
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Mientras ordenaba estas notas y guardaba otras en la carpeta de inéditos, leí una frase de un libro titulado Le monde des poissons. Quizá porque estaba escuchando las Gnossiennes de Satie, que también tienen algo de submarino, pensé que podía deslizarse entre alguna de estas páginas. "El mundo de los peces -decía la frase- es una fiesta sin alegría; maravilla los ojos dejando indiferente el corazón". No se escriben diarios con el corazón indiferente, por supuesto, pero escribirlos, a veces, es una forma de conseguir que el corazón se mueva como los peces bajo el agua, con una elegante indiferencia ante las cosas del mundo que pueden dañarnos, para que la alegría permanezca más allá de los colores que brillan bajo el mar. De ahí supongo, que haya épocas en que sea necesario el uso de la escafandra.
Los zapatos son separan del animal que fuimos pero también del paraíso donde habitamos antes de ser animales. (De La escafandra)
¿En qué momento la biografía de un hombre está en manos de su mujer? ¿Tal vez en el momento en que ya no es capaz de abandonarla? (De La escafandra)
A la decadencia física de un hombre se le suma su miedo a la vida. (De La escafandra)
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