Al principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios. Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.
La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio. Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de fe.
Augusto Monterroso - La oveja negra y otras fábulas
domingo, 29 de enero de 2012
La fe y las montañas
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La Fe, a veces, te deja sin palabras. Monterroso nos brinda un puñado de posibilidades. "La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe"... Todavía no me considero "buena gente".
ResponderEliminarUn relato para pensar.