Yo no sé de la infancia
más que un miedo luminoso
y una mano que me arrastra
a mi otra orilla.
Mi infancia y su perfume
a pájaro acariciado.
Alejandra Pizarnik
domingo, 29 de mayo de 2011
Venenos
Hay, también, algo falso en el desamparo,
no poco de mentira en el estar solo,
bastante de chantaje en el desasosiego.
Hay no sé qué de robo en la distancia.
Una raíz muy profunda
de la que nada brota.
Una hiel secreta
que sabe dulce a escondidas.
(Natan Zach, La hiel secreta. Israel, 1930. Sacado Blog Yo, etc.)
no poco de mentira en el estar solo,
bastante de chantaje en el desasosiego.
Hay no sé qué de robo en la distancia.
Una raíz muy profunda
de la que nada brota.
Una hiel secreta
que sabe dulce a escondidas.
(Natan Zach, La hiel secreta. Israel, 1930. Sacado Blog Yo, etc.)
En la memoria del mundo
Según las más recientes teorías, la Tierra en su origen habría sido un pequeñísimo cuerpo frío que luego habría aumentado englobando meteoritos y polvo meteórico.
Al principio creíamos que podíamos tenerla limpia -contó el viejo Qfwfq-, precisamente porque era pequeña y se podía barrer y desempolvar todos los días. Ciertamente, se nos caía encima una cantidad de cosas: se diría que en sus vueltas la Tierra no tuviera otra misión que recoger todo el polvo y la basura del espacio. Ahora es distinto, hay atmósfera; ahora miráis al cielo y decís: oh, qué terso es, oh, qué puro es; pero tenéis que ver lo que volaba sobre nuestras cabezas cuando el planeta, siguiendo su órbita, se metía en una de esas nubes meteóricas y no podía salir de ella. Era un polvo blanco como naftalina, que se depositaba en menudos granitos y a veces en esquirlas más grandes, cristalinas, como si del cielo hubiera caído en pedazos una lámpara de cristal, y en medio también se encontraban guijarros más gruesos, trozos esparcidos de otros sistemas planetarios, corazones de pera, grifos, capiteles jónicos, viejos números del Herald Tribune y el Paese Sera: se sabe que los universos se hacen y se deshacen pero lo que da vueltas siempre es el mismo material.
[...] Así la Tierra adquiría poco a poco las formas que conocéis. La lluvia de fragmentos meteóricos todavía continúa, añade nuevos detalles al cuadro, lo enmarca en una ventana, una cortina, un retículo de hilos de teléfono, llena los espacios vacíos de piezas que encajan al azar, semáforos, obeliscos, bares, estancos, ábsides, aluviones, la clínica de un dentista, una portada de la Domenica del Corriere con un cazador que muerde a un león, y siempre añade un exceso en la ejecución de los detalles supérfluos, por ejemplo en la pigmentación de las alas de las mariposas, y algún elemento incongruente, como una guerra en Cachemira, y siempre tengo la impresión de que todavía falta algo que está a punto de llegar, quizá solo saturnios de Nevio para llenar el intervalo entre dos fragmentos de poemas, o la fórmula que regula las transformaciones del ácido desoxirribonucleico en los cromosomas, y entonces el cuadro estará completo. (Italo Calvino. "Los meteoritos". Todas las Cosmicómicas)
Al principio creíamos que podíamos tenerla limpia -contó el viejo Qfwfq-, precisamente porque era pequeña y se podía barrer y desempolvar todos los días. Ciertamente, se nos caía encima una cantidad de cosas: se diría que en sus vueltas la Tierra no tuviera otra misión que recoger todo el polvo y la basura del espacio. Ahora es distinto, hay atmósfera; ahora miráis al cielo y decís: oh, qué terso es, oh, qué puro es; pero tenéis que ver lo que volaba sobre nuestras cabezas cuando el planeta, siguiendo su órbita, se metía en una de esas nubes meteóricas y no podía salir de ella. Era un polvo blanco como naftalina, que se depositaba en menudos granitos y a veces en esquirlas más grandes, cristalinas, como si del cielo hubiera caído en pedazos una lámpara de cristal, y en medio también se encontraban guijarros más gruesos, trozos esparcidos de otros sistemas planetarios, corazones de pera, grifos, capiteles jónicos, viejos números del Herald Tribune y el Paese Sera: se sabe que los universos se hacen y se deshacen pero lo que da vueltas siempre es el mismo material.
[...] Así la Tierra adquiría poco a poco las formas que conocéis. La lluvia de fragmentos meteóricos todavía continúa, añade nuevos detalles al cuadro, lo enmarca en una ventana, una cortina, un retículo de hilos de teléfono, llena los espacios vacíos de piezas que encajan al azar, semáforos, obeliscos, bares, estancos, ábsides, aluviones, la clínica de un dentista, una portada de la Domenica del Corriere con un cazador que muerde a un león, y siempre añade un exceso en la ejecución de los detalles supérfluos, por ejemplo en la pigmentación de las alas de las mariposas, y algún elemento incongruente, como una guerra en Cachemira, y siempre tengo la impresión de que todavía falta algo que está a punto de llegar, quizá solo saturnios de Nevio para llenar el intervalo entre dos fragmentos de poemas, o la fórmula que regula las transformaciones del ácido desoxirribonucleico en los cromosomas, y entonces el cuadro estará completo. (Italo Calvino. "Los meteoritos". Todas las Cosmicómicas)
Las orejas de Saturno
Este mes de mayo es perfecto para ver a Saturno. Ahí está prácticamente toda la noche, cruzando el cielo, en Virgo, muy cerquita de Spica, esa estrella de Virgo aque brilla tanto. Se pueden ver sus satélites mayores, Titan, Tethis, Rea. Un simple telescopio de aficionado nos permite contemplar al más seductor de los astros cercanos. ¿Quién no se emociona la primera vez que lo ve salir con su tutú de polvo de luz?
Galileo dijo que tenía orejas. Con su telescopio solo podía ver unos abultamientos laterales, ni se le ocurrió pensar que fueran anillos. Anillos que son el polvo de lunas destruidas hace más de 50 millones de años.
No se sabe muy bien de qué están formados los anillos, polvo, icebergs del tamaño de una casa, restos de algunos cometas. Y como aparecieron, un día se irán. Los anillos terminarán disolviéndose en el espacio, quizá cuando mueran las lunas pastoras, las viejas lunas que se reparten entre ellos y los mantienen limpios y ordenados. Las que vigilan e impiden que los anillos se enreden o se extravíen perdiéndose en el vacío, o que caían hechos lluvia de estrellas sobre la masa gaseosa del planeta.
Tiene 18 lunas, y dicen los que analizan las fotos del Hubbel que cerca de su superficie hay cuatro cuerpos que podrían ser unas lunas nuevas que le están naciendo.
Titan, la más grande es de color naranja. Rea es un océano de agua helada. Jepeto es un satélite extraño con dos caras, una oscura y otra clara.
Saturno es amarillo, y esponjoso, y etéreo, sacudido por vientos de más de 500 km/h.
Si hubiera un mar lo suficientemente grande como para poder albergarlo, Saturno flotaría.
Y está ahí arriba cada noche.
Galileo dijo que tenía orejas. Con su telescopio solo podía ver unos abultamientos laterales, ni se le ocurrió pensar que fueran anillos. Anillos que son el polvo de lunas destruidas hace más de 50 millones de años.
No se sabe muy bien de qué están formados los anillos, polvo, icebergs del tamaño de una casa, restos de algunos cometas. Y como aparecieron, un día se irán. Los anillos terminarán disolviéndose en el espacio, quizá cuando mueran las lunas pastoras, las viejas lunas que se reparten entre ellos y los mantienen limpios y ordenados. Las que vigilan e impiden que los anillos se enreden o se extravíen perdiéndose en el vacío, o que caían hechos lluvia de estrellas sobre la masa gaseosa del planeta.
Desde el Hubble |
Titan, la más grande es de color naranja. Rea es un océano de agua helada. Jepeto es un satélite extraño con dos caras, una oscura y otra clara.
Saturno es amarillo, y esponjoso, y etéreo, sacudido por vientos de más de 500 km/h.
Si hubiera un mar lo suficientemente grande como para poder albergarlo, Saturno flotaría.
Y está ahí arriba cada noche.
Los números
-¿Sabes lo que hay debajo de las matemáticas? –le pregunto-. Debajo de las matemáticas se esconden los números. Si alguien me preguntara qué es lo que verdaderamente me hace sentir feliz, yo contestaría: los números. La nieve, el hielo y los números. ¿Y sabes por qué?
Rompe las pinzas de los cangrejos con un cascanueces y saca la carne con unas tenacillas curvas.
-Porque el sistema numérico es como la vida humana. En el comienzo están los números naturales. Son aquellos que son enteros y positivos. Los números del niño pequeño. Sin embargo, la conciencia humana se expande. El niño descubre el ansia y ¿sabes cuál es la representación matemática del ansia?
Le añade crema de leche y unas gotas de zumo de naranja a la sopa.
-Los números negativos. La formalización de aquello que sentimos que nos falta. Y la conciencia sigue expandiéndose, y crece, y el niño descubre los intervalos. Entre las piedras, entre las manchas de liquen que cubren las piedras, entre los hombres. Y entre los números. ¿Y sabes a qué nos lleva? Nos lleva a los quebrados. Los números enteros más los quebrados nos dan los números racionales. Y la consciencia no se detiene aquí. Su deseo es superar la razón. Añade una operación tan absurda como es la extracción de una raíz. Y llega a los números irracionales.
Calienta las barritas de pan en el horno y rellena el pimentero.
-Es una especie de locura. Porque los números irracionales son infinitos. No se pueden escribir. Conducen a la conciencia hasta el espacio ilimitado. Y con los números irracionales, sumados a los racionales, se obtienen los números reales.
Estoy en medio de la habitación para poder disponer de espacio. Es poco frecuente tener la oportunidad de explicarse ante otro ser humano. Normalmente hay que luchar por la palabra. Y para mí, poder hacerlo me es indispensable.
-Y la cosa no se detiene aquí. No se detiene nunca. Porque ahora, en este mismo momento, los números reales se expanden mediante los quebrados imaginarios de números negativos. Son números que somos incapaces de imaginar, números que la conciencia normal no puede contener. Y cuando añadimos los números imaginarios a los números reales, obtenemos el sistema numérico complejo. El primer sistema numérico dentro del cual es posible dar cuenta de la creación de cristales de hielo. Es como un gran paisaje abierto. Los horizontes. Una se siente atraída hacia ellos, y ellos siguen moviéndose. Es Groenlandia, de la que no puedo prescindir. Es la razón por la que no quiero que me encierren.
He acabado y estoy frente a él.
-Smila –me dice-, ¿puedo besarte?
Supongo que todos tenemos una imagen de nosotros mismos. Siempre me he visto a mí misma como a una doña Mordaz de boca enorme. Ahora ya no sé qué pensar ni qué decir. Siento que me he traicionado. Que no me ha escuchado como debía. Que me ha sido desleal. Por otro lado, no hace nada. No me molesta. Se queda delante de las ollas humeantes, mirándome.
No sé qué contestar. Simplemente me quedo de pie, sin saber qué hacer conmigo misma y surge el momento y, afortunadamente, pasa.
domingo, 22 de mayo de 2011
Poesía
Para Joan
No bastará con la poesía; habrá que tener además los huesos livianos de los pájaros.
Laura Giordani
Naufragios
Para Clara
DUNA
Por ir todas las tardes a la playa a buscar caracolas se me fue formando una montaña de arena en la habitación. La traía en los zapatos, poco a poco, sin darme cuenta.
-Me llamo Duna -parecía decir.
-Las dunas son montañas nómadas -me dijo mi hermana.
-Yo tengo una -le contesté.
-¿Ah, sí? ¿Dónde?
-Ven conmigo.
Cuando entramos, mi habitación estaba llena de caracolas y vacía de montañas.
-¿Qué quiere decir nómada? -le pregunté.
Desde entonces, por mi casa ronda una montaña nómada: Duna. Como ha vivido aquí desde pequeña, no se escapa, aunque siempre tiene la puerta abierta.
EL NAUFRAGIO
Gracias a la costumbre del acopio, como lo llamaba mi padre, pude ver un día un naufragio. Lo trajo a casa mi tío, el soltero, que coleccionaba cartas.
-¿Qué traes hoy? -le dije.
-Un naufragio -contestó.
-¿Y el barco?
-Sin barco. Naufragio solo -dijo, y se subió en la duna, que aquel día estaba cerca de la ventana que daba al atardecer.
El naufragio no se veía, pero se notaba que era grande y pesado.
Diógenes (Fragmento. Kalandraka)
Pablo Albo
¿Por qué cuando se habla de literatura infantil pareciera que se habla de una literatura menor?
DUNA
Por ir todas las tardes a la playa a buscar caracolas se me fue formando una montaña de arena en la habitación. La traía en los zapatos, poco a poco, sin darme cuenta.
-Me llamo Duna -parecía decir.
-Las dunas son montañas nómadas -me dijo mi hermana.
-Yo tengo una -le contesté.
-¿Ah, sí? ¿Dónde?
-Ven conmigo.
Cuando entramos, mi habitación estaba llena de caracolas y vacía de montañas.
-¿Qué quiere decir nómada? -le pregunté.
Desde entonces, por mi casa ronda una montaña nómada: Duna. Como ha vivido aquí desde pequeña, no se escapa, aunque siempre tiene la puerta abierta.
EL NAUFRAGIO
Gracias a la costumbre del acopio, como lo llamaba mi padre, pude ver un día un naufragio. Lo trajo a casa mi tío, el soltero, que coleccionaba cartas.
-¿Qué traes hoy? -le dije.
-Un naufragio -contestó.
-¿Y el barco?
-Sin barco. Naufragio solo -dijo, y se subió en la duna, que aquel día estaba cerca de la ventana que daba al atardecer.
El naufragio no se veía, pero se notaba que era grande y pesado.
Diógenes (Fragmento. Kalandraka)
Pablo Albo
¿Por qué cuando se habla de literatura infantil pareciera que se habla de una literatura menor?
Peces
El hombre que saca la cabeza del agua,
es un pez que se asfixia.
El pez que sumerge su cabeza en el agua,
es un hombre y se ahoga.
El poeta escribe en la línea del agua,
y se asfixia,
y se ahoga.
Jorge Moccanera (Argentina 1952)
Porque no queremos morir
Al final del 2009 Lumen publicó un sugerente libro de Umberto Eco, titulado El vértigo de las listas, en el que el autor propone una reflexión sobre esa afición de la humanidad a catalogar el mundo. Quién sabe si para salvarlo del olvido. En una entrevista, Eco explica la razón de este intento, a veces obsesión, de la cultura por enumerar, por clasificar, por hacer listas que contengan el universo.
A mí me gustan las listas. Me gusta hacer listas. Hago listas para entender el mundo, para entender mi mundo: lo que veo, lo que quiero ver antes de morir, lo que he de vengar, los secretos, lo que nunca he de olvidar, lo que tendría que olvidar aunque el hecho de que esté en una lista hará difícil que olvide... Con algunas trato de comprometer al destino, una advertencia a la muerte: tengo aún tantas cosas pendientes de hacer.
Con las palabras de Eco quiero inaugurar una nueva sección que llamaré listas. En ella irán apareciendo esos intentos de clasificación hechos por cortesanas, por navegantes, por astrónomos o por poetas. Todos ellos en ese afán de contar y, así, comprender, o comprender que el mundo es incontable.
A mí me gustan las listas. Me gusta hacer listas. Hago listas para entender el mundo, para entender mi mundo: lo que veo, lo que quiero ver antes de morir, lo que he de vengar, los secretos, lo que nunca he de olvidar, lo que tendría que olvidar aunque el hecho de que esté en una lista hará difícil que olvide... Con algunas trato de comprometer al destino, una advertencia a la muerte: tengo aún tantas cosas pendientes de hacer.
Con las palabras de Eco quiero inaugurar una nueva sección que llamaré listas. En ella irán apareciendo esos intentos de clasificación hechos por cortesanas, por navegantes, por astrónomos o por poetas. Todos ellos en ese afán de contar y, así, comprender, o comprender que el mundo es incontable.
Dice Eco:
La lista es el origen de la cultura. Es parte de la historia del arte y la literatura. ¿Qué es lo que quiere la cultura? Quiere hacer que la infinidad sea comprensible. También quiere crear orden —no siempre, pero con frecuencia. ¿Y cómo uno, como ser humano, se enfrenta a la infinidad? ¿Cómo intenta uno comprender lo incomprensible? A través de listas, catálogos, a través de colecciones en museos y mediante enciclopedias y diccionarios. Existe un encanto por ennumerar con cuántas mujeres se acostó Don Giovanni: fueron 2.063, de acuerdo al libretista de Mozart, Lorenzo da Ponte. También tenemos listas completamente prácticas —la lista del supermercado, el testamento, el menú— que también son logros culturales en sí mismos. [...]
La lista no destruye la cultura; la crea. Donde quiera que usted mire en la historia cultural, encontrará listas. De hecho, existe una selección vertiginosa: listas de santos, ejércitos y plantas medicinales, o de tesoros y títulos de libros. Piense en la naturaleza de las colecciones del siglo XVI. Mis novelas, por cierto, están llenas de listas. [...]
En Ulises, James Joyce describe cómo su protagonista, Leopold Bloom, abre sus cajones y encuentra todas las cosas que hay en ellos. Yo veo esto como una lista literaria, y dice mucho acerca de Bloom. O tomemos a Homero, por ejemplo. En la Ilíada, intenta transmitir una impresión del tamaño del ejército griego. Primero utiliza símiles: “Como cuando un gran incendio en el bosque arde furiosamente en la cima de una montaña y su luz se puede ver desde lejos, aún así, mientras marchan, el reflejo de su armadura destella hacia el firmamento.” Pero no está satisfecho. No puede encontrar la metáfora adecuada, y le ruega a la musa que lo ayude. Entonces se le ocurre la idea de nombrar muchos, muchos generales y sus naves. [...]
En un primer momento, pensamos que una lista es primitiva y típica de las culturas tempranas, las cuales no tenían un concepto exacto del universo y por lo tanto estaban limitadas a listar las características que podían nombrar. Pero, en la historia de la cultura, la lista ha prevalecido una y otra vez. No es bajo ningún concepto una expresión de las culturas primitivas. Una imagen muy clara del universo existió en la Edad Media, y había listas. Una nueva visión global basada en la astronomía predominó durante el Renacimiento y el Barroco. Y había listas. Y la lista ciertamente prevalece en la era posmoderna. Tiene una magia irresistible. [...]
El trabajo de Homero golpea una y otra vez el topos de lo inexpresable. La gente siempre hará eso. Siempre hemos estado fascinados por el espacio infinito, por las estrellas sin fin y por las galaxias sobre galaxias. ¿Cómo se siente una persona cuando mira al cielo? Piensa que no le alcanzan los idiomas para describir lo que ve. No obstante, la gente jamás ha dejado de describir el cielo, simplemente listando lo que ven. Los enamorados están en la misma posición. Experimentan una deficiencia en el lenguaje, una escasez de palabras para expresar sus sentimientos. ¿Pero los enamorados alguna vez dejaron de intentarlo? Crean listas: tus ojos son tan hermosos, y también tu boca, y tu cuello… Podríamos entrar en grandes detalles. [...]
Tenemos un límite, un límite muy desalentador y humillante: la muerte. Por eso es que nos gustan todas las cosas que presumimos no tienen límite y, por lo tanto, ningún final. Es una forma de escapar de los pensamientos sobre la muerte. Nos gustan las listas porque no queremos morir. (Susanne Bayer y Lothar Gorris. Trad. U. A)
domingo, 15 de mayo de 2011
Consejos para hacer una casa
Que no sea original, ni suntuosa, ni hecha en vano
Lo cuenta Joan Margarit. Dice que es el mejor consejo que recibió en su vida profesional. Pero no está seguro de si era para hacer una casa o para escribir poesía.
Alas
Caer en vertical. Sueño sin fin de la caída. Qué repentina formación el ala.
José Ángel Valente
Fragmentos de un libro futuro
José Ángel Valente
Fragmentos de un libro futuro
Durero |
Camino de la Vía Láctea
Hace 30 años que dejaron la Tierra las sondas gemelas Voyager. Según la NASA ahora se encuentran en los límites del sistema solar y siguen su viaje hacia en interior de la Vía Láctea.
Cada día envían a la tierra el mismso mensaje, un mensaje que a los científicos, en la medida que las sondas se alejan, cada vez les resulta más inquietante. Y emocionante.
El mensaje dice: "Esperen lo inesperado".
Los Voyager 1 y 2 nos han enseñado mucho en estos años: los volcanes de Io, la luna de Júpiter, el océano debajo de la superficie congelada de Europa, la lluvia de metano en Titán, una luna de Saturno, los polos magnéticos inclinados de Urano y Neptuno, los geíseres de hielo en Tritón, luna de Nepuno, vientos planetarios que aumentan de intensidad en la medida que se alejan del Sol.
Ahora mismo las Voyager están aún atrapadas al final de la heliosfera, esa especie de burbuja en la que el Sol sujeta todo lo que le pertenece, planetas, satélites, asteroides, naves espaciales... Más allá, un anillo, la heliofunda, y es ahí donde se encuentran las sondas ahora.
Dicen que la heliofunda es un lugar muy extraño lleno de una especie de espuma magnética que ninguna otra nave ha tenido nunca que traspasar, un lugar tan alejado de casa que desde allí el Sol es apenas un minúsculo punto de luz.
Estas dos sondas son nuestros embajadoras en el espacio interestelar. Como ya se sabe, cada una lleva un Disco de Oro que contiene 118 fotografías de la Tierra, 90 minutos de la mejor música del mundo, una grabación de sonidos de la Tierra (lodo burbujeante, ladrido de un perro, el sonido del lanzamiento de una nave espacial); saludos en 55 idiomas, el lenguaje de una ballena; las ondas cerebrales de una mujer enamorada...
Fue Carl Sagan y un equipo elegido por él quienes prepararon estas grabaciones para las civilizaciones extraterrestres que pudieran encontrarse las sondas.
"Dentro de mil millones de años, cuando todo lo que hemos construido en la Tierra se haya convertido en polvo, cuando los continentes hayan cambiado más allá de lo reconocible y nuestra especie haya sido alterada de manera inimaginable o se haya extinguido, los registros que hay a bordo de la navas Voyager hablarán por nosotros", decía Carl Sagan en la introducción de la versión en CD del disco.
La nota de la NASA que informa de dónde están ahora las sondas se pregunta cuántas posibilidades hay de que ocurra ese contacto. Sin duda es difícil, en los próximos 40.000 años las sondas apenas se acercarán a otra estrella.
Pero tampoco había muchas posibildiades de que una raza de primates, dice la nota, evolucionara hasta convertirse en seres tan inteligentes como para desarrollar una nave en la que enviar hacia el cosmos los ladridos de un perro.
Cada día envían a la tierra el mismso mensaje, un mensaje que a los científicos, en la medida que las sondas se alejan, cada vez les resulta más inquietante. Y emocionante.
El mensaje dice: "Esperen lo inesperado".
Voyager 1 |
Los Voyager 1 y 2 nos han enseñado mucho en estos años: los volcanes de Io, la luna de Júpiter, el océano debajo de la superficie congelada de Europa, la lluvia de metano en Titán, una luna de Saturno, los polos magnéticos inclinados de Urano y Neptuno, los geíseres de hielo en Tritón, luna de Nepuno, vientos planetarios que aumentan de intensidad en la medida que se alejan del Sol.
Ahora mismo las Voyager están aún atrapadas al final de la heliosfera, esa especie de burbuja en la que el Sol sujeta todo lo que le pertenece, planetas, satélites, asteroides, naves espaciales... Más allá, un anillo, la heliofunda, y es ahí donde se encuentran las sondas ahora.
Dicen que la heliofunda es un lugar muy extraño lleno de una especie de espuma magnética que ninguna otra nave ha tenido nunca que traspasar, un lugar tan alejado de casa que desde allí el Sol es apenas un minúsculo punto de luz.
Estas dos sondas son nuestros embajadoras en el espacio interestelar. Como ya se sabe, cada una lleva un Disco de Oro que contiene 118 fotografías de la Tierra, 90 minutos de la mejor música del mundo, una grabación de sonidos de la Tierra (lodo burbujeante, ladrido de un perro, el sonido del lanzamiento de una nave espacial); saludos en 55 idiomas, el lenguaje de una ballena; las ondas cerebrales de una mujer enamorada...
Fue Carl Sagan y un equipo elegido por él quienes prepararon estas grabaciones para las civilizaciones extraterrestres que pudieran encontrarse las sondas.
"Dentro de mil millones de años, cuando todo lo que hemos construido en la Tierra se haya convertido en polvo, cuando los continentes hayan cambiado más allá de lo reconocible y nuestra especie haya sido alterada de manera inimaginable o se haya extinguido, los registros que hay a bordo de la navas Voyager hablarán por nosotros", decía Carl Sagan en la introducción de la versión en CD del disco.
La nota de la NASA que informa de dónde están ahora las sondas se pregunta cuántas posibilidades hay de que ocurra ese contacto. Sin duda es difícil, en los próximos 40.000 años las sondas apenas se acercarán a otra estrella.
Pero tampoco había muchas posibildiades de que una raza de primates, dice la nota, evolucionara hasta convertirse en seres tan inteligentes como para desarrollar una nave en la que enviar hacia el cosmos los ladridos de un perro.
Golden record |
Horror vacui
Si ellos lo dicen...
Consejos a un principiante para enfrentarse a la página en blanco: tratar de driblar a la plúmbea tradición acumulada y buscar percepciones, ideas nuevas. Ahora bien, para driblar es necesario haber leído previamente mucho. Puede parecer paradójico, pero sólo habiendo leído mucho se puede intentar la aventura de ir en busca de la frescura, del gesto que devuelva al arte la potencia que tuvo en sus orígenes. Por eso me sorprenden los escritores jóvenes que dicen escribir sin previamente haber leído demasiado. A los que dicen pasar de Dickens y Proust quiero advertirles que, como la escritura es una carrera de fondo, a la larga pueden quedarse sin una bombilla en su cerebro literario y convertirse en dibujante de cómics, pero no en escritores. En resumen: se recomienda leer y ser contemporáneos. Esto último parece obvio, pero téngase en cuenta que en la literatura española algo tan simple como ser contemporáneo ha sido generalmente una rareza.
Enrique Vila-Matas
Loredano |
A los muchos escritores principiantes que como editora he tenido ocasión de tratar les he dicho siempre lo mismo: la única forma de aprender a escribir es leer. Tengo poca fe en los talleres de escritura, o en los cursillos donde te preparan para la profesión de escritor. Su eficacia depende de las personas que los dirigen, si éstas son de gran altura es obvio que podemos sacar provecho de sus consejos, pero, aun en este caso, si además de la docencia son ellos mismos escritores, considero preferible leer su obra que asistir a sus clases. El escritor principiante debe leer tanto como pueda y -es otro punto del que estoy segura- debe leer sobre todo a los clásicos. Les aconsejaría también que no partieran del propósito de ser originales, distintos, de hacer a toda costa algo nuevo. Tal vez lo logren, y será magnífico, pero no debiera ser el objetivo primordial. Y nadie que se tome en serio la profesión estudiará los índices de ventas, cuáles han sido los best sellers, qué incentivos estimulan al comprador, qué es “lo que se lleva”. Esas míseras funciones puede dejárselas al editor. Y por último les diría que no se tomen demasiado en serio esa supuesta angustia ante la página en blanco: a lo largo de la creación de una obra, hay múltiples momentos de angustia y surgen en los puntos más inesperados. La última página puede generar tantos problemas e inseguridades como la primera.
Esther Tusquets
Entre otras cosas, el escritor debe ser consciente del Código Penal que activa nada más ponerse a escribir. Van dos líneas, y ya tiene enfrente una lista de prohibiciones y de castigos. Ha empezado a narrar en primera persona, ergo ya no le es posible utilizar la primera o la tercera. Ha puesto un taco en el segundo párrafo, ergo no podrá evitarlos en las páginas siguientes, y a ver qué pone cuando llegue a la doscientos, después de dos docenas de diversos joderes y una y media de me cago en… Y si en lugar de un taco ha puesto un latinajo como ergo, pues peor aún, porque obliga a más, por ejemplo a escribir ex aequo en la tercera página y a posteriori en la octava, y cierra para siempre la vía hacia un texto serio como el que, dicho sea de paso, yo quería escribir antes de que me saliera precisamente el ergo, y la musa, Código Penal en mano, me prohibiera ese fruto.
Bernardo Atxaga
El de la página en blanco es un lugar común tributario de la mitología del artista, su padecer, sus sacrificios. Mallarmé, en su Brise Marine lo llevó al extremo, con una ironía que pocos advierten: en el poema la página en blanco es restaurada hasta recuperar su materialidad de “vacío papel que defiende su blancura” y se suma a “los viejos jardines hechos para mostrarse”, “la claridad desierta de la lámpara” y a “la joven esposa que amanta su bebé” como formando el todo repudiable de la vida burguesa. Su consejo a los que temen a la página en blanco es enfrentar a la tormenta, naufragar y perderse hasta poder “atender-entender” el canto de los marineros. Tenemos la cabeza llena de cantos de marineros, campesinos, soldados y maestros de la lengua: escuchémoslos y dejémonos de mariconerías domésticas como los triviales ritos del escritor que cree temer a la hoja en blanco cuando lo acosa una deplorable blancura mental.
Fogwill
Parto de una actitud permanente en el sentido de que la manifestación o la presencia del pensamiento poético es una parte de mi vida. Ese pensamiento poético, por decirlo de alguna manera, permanece inmovilizado, pero está conmigo todo el tiempo. Y, en algún momento, una parte de mi cerebro que los científicos nos están localizando, pone en marcha ese pensamiento poético del que hablo, el cual, a mi entender, difiere de cualquiera otra modalidad de pensamiento. Es un lenguaje interior que se activa rítmicamente, en su aparición hay un desencadenante musical, y ese pensamiento rítmico es identificable como pensamiento poético. Lo que no se debe hacer, sin que esto sea una ley de aplicación general, es crear un proyecto, programar, crear unas metas o significaciones previas con fines de escritura poética. No es precisamente el automatismo puro de los surrealistas, pero sí es una actividad que no debe ser intervenida por otras formas de pensamiento. Finalmente, de manera quizá no perceptible para el poeta hasta el final sí aparece un sentido, un conocimiento que se parte del no saber que decía Juan de Yepes al saber, al conocimiento, pero por mecanismos que no son la indagación, el estudio o la indagación previa.
Antonio Gamoneda
Aristócratas y pedagogos. ¿Se puede enseñar a escribir?, ¿hay unas reglas mínimas? Herméticos y aristócratas necesitan pensar que no. A pragmáticos y pedagogos les conviene pensar que sí. ¿Se puede ser un aristócrata pedagógico? Ay. No se debe… 1. No se debe escribir en estado de ebriedad o enajenación por estupefacientes. 2. No se debe escribir novelas universitarias. 3. No se debe creer que hay cosas que se deben hacer. Sí se debe… 1. Se debe escribir sobre el estado de ebriedad o enajenación por estupefacientes. 2. Se debe escribir novelas universitarias, si no hay más remedio. 3. Se debe creer lo que digan los personajes.
Andrés Neuman
miércoles, 11 de mayo de 2011
Nombres
-Arroz, ¡te traigo una carta!
Me llama arroz. Nosotros no tenemos nombre, ¿para qué? Solo a dos tipos de queso, a dos tipos de pasta de dientes o a dos novelas hay que darles nombre para poder distinguirlos. ¿Pero a dos granos de arroz? Abrí la carta, le eché un vistazo y se la devolví.
Yo solo soy un grano de arroz, pero no me gusta que me confundan con otros.
Istvan Örkeny
Qué buen momento para releer sus Cuentos de un minuto.
Me llama arroz. Nosotros no tenemos nombre, ¿para qué? Solo a dos tipos de queso, a dos tipos de pasta de dientes o a dos novelas hay que darles nombre para poder distinguirlos. ¿Pero a dos granos de arroz? Abrí la carta, le eché un vistazo y se la devolví.
Yo solo soy un grano de arroz, pero no me gusta que me confundan con otros.
Istvan Örkeny
Qué buen momento para releer sus Cuentos de un minuto.
Yeririti en Flickr |
domingo, 8 de mayo de 2011
Incendios
Estrellas
¿De qué está hecho un violín? De trozos de madera e intestinos de cordero. ¿Banaliza y rebaja la música su construcción? Al contrario, la exalta más.La eterna cuestión. ¿El saber rebaja la emoción? ¿Comprender los mecanismos del funcionamiento de las cosas arruina su poesía? El arte y la ciencia son el camino del asombro, pero ¿no revela sus secretos y añade emoción en la medida que uno comprende el riesgo de esa apuesta?
Julian Barnes
Cuentan que una noche, Hans Bethe, el físico que desentrañó el mecanismo de la fusión nuclear en el interior de las estrellas, estaba con su novia contemplando el cielo estrellado.
-¡Qué hermosas son! -dijo ella.
-Sí -dijo Bethe-, y en este momento yo soy la única persona en el mundo que sabe por qué brillan.
NGC6543 Cat's eye - Hubbel |
Caro diario...
Qué mejores libros para la vida que los diarios. Escribirlos, leerlos, pensarlos. Para sujetar un poco el tiempo. Solo el arte consigue sujetar el tiempo. ¿Detenerlo? Son muchos los grandes escritores de diarios. Muchos e inmensos. Pero hoy quiero hablaros de unos diarios que me encontré hace tiempo, cuando buscaba un poema de Llop. Los diarios de José Carlos Llop. Mejor, dejo que hable él mismo.
Los zapatos son separan del animal que fuimos pero también del paraíso donde habitamos antes de ser animales. (De La escafandra)
¿En qué momento la biografía de un hombre está en manos de su mujer? ¿Tal vez en el momento en que ya no es capaz de abandonarla? (De La escafandra)
A la decadencia física de un hombre se le suma su miedo a la vida. (De La escafandra)
Jean Claude Gisbert/Opale |
La escritura de un diario también consiste en la eliminación de muchos fragmentos y en las lecturas que se intercalan en esos vacíos. Cualquier diario es un diario de silencios -los espacios en blanco-, un mosaico al que le faltan teselas tan necesarias para el dibujo -o tan prescindibles- como aquellas que se descubren cepillando la tierra.Estas palabras aparecen en la Nota introductoria a uno de ellos, La escafandra, publicado por Destino en 2006. La escafandra es la quinta entrega de sus diarios. Con anterioridad publicó La estación inmortal, Champán y sapos, Arsenal y El Japón en los Ángeles.
...
Mientras ordenaba estas notas y guardaba otras en la carpeta de inéditos, leí una frase de un libro titulado Le monde des poissons. Quizá porque estaba escuchando las Gnossiennes de Satie, que también tienen algo de submarino, pensé que podía deslizarse entre alguna de estas páginas. "El mundo de los peces -decía la frase- es una fiesta sin alegría; maravilla los ojos dejando indiferente el corazón". No se escriben diarios con el corazón indiferente, por supuesto, pero escribirlos, a veces, es una forma de conseguir que el corazón se mueva como los peces bajo el agua, con una elegante indiferencia ante las cosas del mundo que pueden dañarnos, para que la alegría permanezca más allá de los colores que brillan bajo el mar. De ahí supongo, que haya épocas en que sea necesario el uso de la escafandra.
Los zapatos son separan del animal que fuimos pero también del paraíso donde habitamos antes de ser animales. (De La escafandra)
¿En qué momento la biografía de un hombre está en manos de su mujer? ¿Tal vez en el momento en que ya no es capaz de abandonarla? (De La escafandra)
A la decadencia física de un hombre se le suma su miedo a la vida. (De La escafandra)
sábado, 7 de mayo de 2011
Viajar
Cuando emprendas tu viaje a Ítaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras,
lleno de experiencias
Kavafis
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras,
lleno de experiencias
Kavafis
jueves, 5 de mayo de 2011
Nidos
J'ai revé d'un nid oü les arbres repoussaient la mort.
[Soñé con un nido donde los árboles rechazaban la muerte.]
M Adolphc Shedrow, Berceau sansprumesses
UCM |
miércoles, 4 de mayo de 2011
Polvo del Halley
El 5 y 6 de mayo, es decir, en estos días, la Tierra pasará a través de un flujo de escombros del cometa Halley, lo que producirá una lluvia de meteoros leve, pero hermosa, conocida como "eta Acuáridas".
Aunque el cometa Halley se encuentra en lo más profundo del sistema solar exterior y no regresará a la Tierra hasta el año 2061, nos recuerda que sigue por ahí con una lluvia de estrellas dos veces por año, justo cuando pasamos por esa nube de basurillas que el cometa desprende. En mayo tenemos la lluvia de estrellas de Acuario y en octubre tendremos la de Orión, ambas procedentes del Halley.
Podremos verlas un par de horas antes del amanecer, en cualquier parte del cielo. Desde aquí se verán de 10 a 40. No serán muchas, pero cruzarán el cielo dejando largas trazas de luz. Más largas trazas aquellas que se alejan de nosotros, que las que vienen hacia nosotros.
Venga, a madrugar, que un día es un día.
¿Sabéis que las estrellas fugaces gritan? Además de verlas, a ver si sois capaces de oírlas.
Aunque el cometa Halley se encuentra en lo más profundo del sistema solar exterior y no regresará a la Tierra hasta el año 2061, nos recuerda que sigue por ahí con una lluvia de estrellas dos veces por año, justo cuando pasamos por esa nube de basurillas que el cometa desprende. En mayo tenemos la lluvia de estrellas de Acuario y en octubre tendremos la de Orión, ambas procedentes del Halley.
Podremos verlas un par de horas antes del amanecer, en cualquier parte del cielo. Desde aquí se verán de 10 a 40. No serán muchas, pero cruzarán el cielo dejando largas trazas de luz. Más largas trazas aquellas que se alejan de nosotros, que las que vienen hacia nosotros.
Venga, a madrugar, que un día es un día.
Cometa Halley NASA |
¿Sabéis que las estrellas fugaces gritan? Además de verlas, a ver si sois capaces de oírlas.
domingo, 1 de mayo de 2011
La página en blanco
En realidad tengo tres mil años y he cenado con Sócrates.Según Lawrence Durrell, estas palabras fueron dichas por la baronesa Blixen, Isak Dinesen, poco antes de morir. Murió tranquilamente, después de oír a Brahms toda la tarde, y fue enterrada al pie de un haya que había elegido, junto a la costa de Rungsted.
En uno de sus maravillosos relatos, Dinesen cuenta que en una colina de Portugal, hace ya muchos años, había un convento de la orden de las Carmelitas, en el que las monjas eran todas mujeres nobles y de la realeza que se dedicaban al cultivo del lino y a fabricar la tela más fina del país. Entre sus privilegios estaba el de suministrar las sábanas de matrimonio para las jóvenes princesas de la Casa Real.
Como es costumbre en ese país entre las viejas y nobles familias, a la mañana de los esponsales de una hija de la casa, y antes de que se entreguen los regalos de boda, el chamberlan cuelga de un balcón del palacio la sábana de la noche de bodas y proclama solemnemente Virginem eam tenemus. Declaro que es virgen. Esa sábana no se lava, ni se utiliza nunca más. Nadie como la Casa Real cumple tan extrictamente la costumbre.
Como señal de gratitud por la calidad de su lino, el convento goza de otro privilegio que consiste en recibir un fragmento central de la sábana que lleva el testimonio del honor de la desposada real. Y en una pared del convento cuelga una larga hilera de pesados marcos dorados, rematados por un cartel donde aparece el nombre de la princesa. Cada marco encierra el retal cuadrado de la sábana de bodas, todos ellos dibujados con manchas borrosas donde cada visitante puede ver figuras del Zodíaco, o una rosa, o una espada o aquello que su imaginación permita.
Pero en medio de la larga hilera, hay una tela que no es igual que las demás. Su marco es hermoso y lleva la placa dorada de la corona real, pero en el cartel no hay ningún nombre escrito. Y la sábana es de lino blanco como la nieve de una esquina a la otra: "La página en blanco", dice la escritora.
Y es frente a ese pedazo de puro lino blanco donde las monjas jóvenes y viejas, y la propia madre abadesa, quedan sumidas en la más profunda de las reflexiones.
Fernando Vicente |
Este cuento sea quizá uno de los textos más inteligentes sobre el arte de contar cuentos. Se titula La página en blanco.
Donde el cuentista es leal, eterna e inquietantemente leal a la histoira, allí, al final, hablará el silencio. Donde la historia ha sido traicionada, el silencio es tan solo vacío. Pero nosotros, los fieles, cuando hayamos dicho nuestra última palabra, oiremos la voz del silencio... ¿quién, entonces, cuenta mejores cuentos que nosotros? El silencio. ¿Y dónde lee uno cuentos más profundos que en la página más perfectamente impresa del más precioso libro? En la página en blanco. Cuando una regia y valerosa pluma, en un momento de mayor inspiración, haya puesto por escrito su cuento con la tinta más rara de todas, ¿dónde entonces, puede uno leer un cuento aun más profundo, más dulce, más alegre y más cruel que ese? En la página en blanco.
También suyas son estas palabras: "En el arte no hay misterio. Haz las cosas que puedas ver, ellas te mostrarán las que no puedes ver".
"La página en blanco" se encuentra en su libro Ultimos cuentos, publicado el año en que no le concedieron el Premio Nobel de literatura.
Los caminantes de la Luna
Mientras el hombre pisaba la Luna por vez primera, yo la miraba desde un rincón de los montes de Omaña. Salíamos todas las noches con mi abuelo, después de cenar, a la puerta de la Peñona, la casa de mi familia, desde donde observábamos un cielo cruzado por una Milky Way brillante como una herida. Cada noche veíamos pasar un satélite artificial entre aplausos y gritos de regocijo; y las estrellas fugaces, con las que nos llenábamos de deseos; pero esa noche era la Luna la que acaparaba toda nuestra atención. Lo habíamos oído en la radio, y éramos niños, niños antiguos que la mirábamos en silencio, sobrecogidos, intentando descubrir algún movimiento en aquellas manchas oscuras del Mare Tranquillitatis.
¿Nunca os habéis preguntado cómo habrá sido la vida de aquellos hombres, una vez que acabó su misión y sus pies volvieron a pisar la tierra de la Tierra? ¿En qué puede afectar haber estado ahí, haber visto la Tierra desde fuera, saber que en ese planeta brillante y mínimo que tienes delante, que casi cabe en tu mano, está todo, la historia de la humanidad y todos sus sueños?
Doce hombres han visto la Tierra desde la superficie de la Luna y, según Andrew Smith, que investigó sobre ellos, para ninguno fue fácil la vida tras esa experiencia.
Todos tuvieron que encontrar respuestas a preguntas que nunca antes se habían formulado: ¿a dónde ir después de haber estado en la Luna? A su regreso, pasaron tiempo viajando por el mundo, dando conferencias, recibiendo reconocimientos y explicando sus aventuras. Difícil hacerse a la vida normal de aquí abajo después de haber pisado ese polvo silencioso. Difícil ya manejar sus propias esperanzas y las esperanzas y expectativas y tradiciones de toda la gente del planeta. Cuenta Smith que los nepalíes, por ejemplo, creen que sus muertos residen en la Luna, y que cuando un astronauta del Apollo 14, un tal Roosa, visitó el país, se agobiaba mucho si alguien le preguntaba: ¿Vio usted a mi abuela?
¿Pero qué pasó después, cuando ya volvieron a sus casas, cuando sus teléfonos dejaron de sonar, cuando ya nadie los reclamaba para hacerles entrevistas?
Todos estos astronautas, todos, quedaron atrapados en esa experiencia.
Neil Armstrong, el primero que pisó la Luna, se hizo profesor y se alejó de la vida pública, “para volver a los fundamentos del planeta”. Aldrin, como otros muchos de sus compañeros, entró en una época oscura de alcoholismo y depresión. Bean dejó el espacio para hacerse artista y pintar una y otra vez, como un obseso, escenas de la misión espacial. Un tal Mitchell experimentó un “fogonazo de comprensión” en el que conectó con el universo y pasó toda su vida tratando de entender aquello. Irwin afirmó haber escuchado a Dios y dejó la NASA para dedicarse a la religión. Y Allan Shepard, que por lo visto era un broncas, y que fue el único que reconoció haber llorado en la superficie de la Luna, a su regreso se convirtió en un hombre sereno. Alguno fue Senador pero la política le pareció frustrante en comparación con la creatividad y la excitación de las misiones espaciales. Todos reconocían haber tenido una experiencia mística mirando la Tierra y la gran mayoría se divorció a su regreso del espacio.
Charlie Duke que viajó en el 72 cuenta lo siguiente: “Desde la Luna el planeta era como una joya, tan llena de color y tan fulgurante que parecía que podías estirar la mano y agarrarlo, sostenerlo y maravillarte por lo preciso que es”. Después describió el horror que sintió al darse cuenta de que su vida a partir de entonces no podía ser otra cosa que un largo y lento anticlímax.
De estas cosas habla Andrew Smith en su libro Lunáticos, un ejercicio biográfico que rastrea en las vidas de estos hombres, nueve de ellos aún vivos en el momento en que lo escribe, y en el que cuenta las aventuras de sus prodigiosos viajes y sus duras consecuencias. El libro lo publicó Berenice en el 2009. Traducción de David Cruz Acebedo.
“Pero cómo va a caber un hombre ahí”, dijo mi abuelo aquella noche mirándose los pies, tan grandes, y mirando después la Luna.
La huella de Neil Armstrong sobre el polvo cósmico |
¿Nunca os habéis preguntado cómo habrá sido la vida de aquellos hombres, una vez que acabó su misión y sus pies volvieron a pisar la tierra de la Tierra? ¿En qué puede afectar haber estado ahí, haber visto la Tierra desde fuera, saber que en ese planeta brillante y mínimo que tienes delante, que casi cabe en tu mano, está todo, la historia de la humanidad y todos sus sueños?
Primera fotografía de la Tierra tomada desde otro mundo |
Doce hombres han visto la Tierra desde la superficie de la Luna y, según Andrew Smith, que investigó sobre ellos, para ninguno fue fácil la vida tras esa experiencia.
Todos tuvieron que encontrar respuestas a preguntas que nunca antes se habían formulado: ¿a dónde ir después de haber estado en la Luna? A su regreso, pasaron tiempo viajando por el mundo, dando conferencias, recibiendo reconocimientos y explicando sus aventuras. Difícil hacerse a la vida normal de aquí abajo después de haber pisado ese polvo silencioso. Difícil ya manejar sus propias esperanzas y las esperanzas y expectativas y tradiciones de toda la gente del planeta. Cuenta Smith que los nepalíes, por ejemplo, creen que sus muertos residen en la Luna, y que cuando un astronauta del Apollo 14, un tal Roosa, visitó el país, se agobiaba mucho si alguien le preguntaba: ¿Vio usted a mi abuela?
¿Pero qué pasó después, cuando ya volvieron a sus casas, cuando sus teléfonos dejaron de sonar, cuando ya nadie los reclamaba para hacerles entrevistas?
Todos estos astronautas, todos, quedaron atrapados en esa experiencia.
Neil Armstrong, el primero que pisó la Luna, se hizo profesor y se alejó de la vida pública, “para volver a los fundamentos del planeta”. Aldrin, como otros muchos de sus compañeros, entró en una época oscura de alcoholismo y depresión. Bean dejó el espacio para hacerse artista y pintar una y otra vez, como un obseso, escenas de la misión espacial. Un tal Mitchell experimentó un “fogonazo de comprensión” en el que conectó con el universo y pasó toda su vida tratando de entender aquello. Irwin afirmó haber escuchado a Dios y dejó la NASA para dedicarse a la religión. Y Allan Shepard, que por lo visto era un broncas, y que fue el único que reconoció haber llorado en la superficie de la Luna, a su regreso se convirtió en un hombre sereno. Alguno fue Senador pero la política le pareció frustrante en comparación con la creatividad y la excitación de las misiones espaciales. Todos reconocían haber tenido una experiencia mística mirando la Tierra y la gran mayoría se divorció a su regreso del espacio.
Charlie Duke que viajó en el 72 cuenta lo siguiente: “Desde la Luna el planeta era como una joya, tan llena de color y tan fulgurante que parecía que podías estirar la mano y agarrarlo, sostenerlo y maravillarte por lo preciso que es”. Después describió el horror que sintió al darse cuenta de que su vida a partir de entonces no podía ser otra cosa que un largo y lento anticlímax.
De estas cosas habla Andrew Smith en su libro Lunáticos, un ejercicio biográfico que rastrea en las vidas de estos hombres, nueve de ellos aún vivos en el momento en que lo escribe, y en el que cuenta las aventuras de sus prodigiosos viajes y sus duras consecuencias. El libro lo publicó Berenice en el 2009. Traducción de David Cruz Acebedo.
“Pero cómo va a caber un hombre ahí”, dijo mi abuelo aquella noche mirándose los pies, tan grandes, y mirando después la Luna.
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