domingo, 26 de junio de 2011
Medidas
No sé si te lo he dicho:
mi madre es pequeña
y tiene que ponerse de puntillas
para besarme.
Hace años yo me empinaba,
supongo, para robarle un beso.
Nos hemos pasado la vida
estirándonos y agachándonos
para buscar la medida exacta
donde poder querernos.
Begoña Abad - La medida de mi madre
(Tomado del blog El alma disponible de Ana Perez Cañamares)
Dad de comer
Dad de comer a los animales.
A las ardillas dad nueces y avispas.
A los barcos mástiles y sal.
A los orangutanes color marrón.
A los gorilas color negro.
A los soldados dad pan y un collar de perlas para que sepan regresar
A las vírgenes dad sed y agua.
A las mujeres hijos y luz.
A la amada el horror.
A los hombres dad una isla.
Al sabio un ataúd, no necesita más.
Al ladrón dad una horca para que aprenda a sustraerse a la muerte.
Al rey otra corona para que sepa que su reino no es de este mundo y tampoco del otro.
A los que se alimentan de raíces y frutos dad raíces y frutos,
pero advertidles que no han de envolverse de amor porque éste celebra la carne.
A vuestro primer hijo dad un hermano para que no os anuncie que sois polvo y cenizas.
A los gatos dad una habitación y él labrará allí, en cada paso,
el templo que habitará después de muerto.
A las montañas dad sus nombres verdaderos y así no bajarán a despedazaros.
Al pobre dad sangre y carne y agua y seda para que sepa que todo es nada.
Al rico dad ropas en jirones por las que el viento entre y dance
para que sepa que nada es todo.
A las corrientes de agua y a los ríos dad vuestra compañía
para que su canto de agua se convierta en canto de carne.
Si los dioses que habéis labrado os son adversos, sed generosos y destruidlos.
Dad de comer a los animales.
Si los dioses que os preceden y gobiernan os son adversos, os son propicios.
Dad de comer a los animales.
Si los dioses que habéis creado os son adversos,
finalmente no tenéis por qué ir contra ellos, ¿por qué habríais de inquietaros? El daño
que un hijo pueda hacer a su padre no es un gran daño, lo sabe el padre.
Dad de comer a los animales.
Andad con cuidado en las encrucijadas, antes de partir,
dad de comer a todos los animales.
Miguel Ángel Bernat - El refugio de las fieras
Ventanas
Por el camino que vemos desde casa
ya nunca viene nadie. Lo ha cubierto la hierba:
solo se ven los mirlos nerviosos picoteando
en la tranquila ausencia.
Es un camino sin retorno,
y la casa perdura lentamente
envuelta con frecuencia por la niebla.
Aquí dentro el recuerdo se hace acogedor.
Acogedor y triste, porque nada
ampara como lo hace la tristeza.
El amor es ahora mirar por las ventanas
porque el pasado es una fiesta
para nosotros solos.
Joan Margarit -Pareja
Cosas
Los zapatos de amy hempel contradicen la propiedad transitiva
me dice mi amigo rafa que lea a amy hempel
y yo soy dócil para estas cosas
pero, antes, necesito ver su cara
más que su cara, su gesto
hempel es una de esas mujeres
a las que no les importa parecer una bruja
porque se saben bellísimas
seguro que la niña amy ya llevaba el pelo así
largo y enredado
ahora, además, lo lleva blanco
sin teñir
qué maravilla
qué envidia me dan las mujeres guapas
(quiero decir, valientes)
para colmo, la veo sentada junto a palahniuk
el hombre que más me desconcierta del mundo
(¿es un genio o un perfecto trilero?
¿lleva o no silicona en los labios?)
pero, oh, mi querida hempel
al bajar el cursor descubro algo terrible
parece que las letras de tu nombre hayan bailado
(metidas en tus zapatos,
esos que luces para dejarme espantada)
y ahora te llames temple
¿¡unas bailarinas doradas de leopardo!?
Publicado por bkbono.com
Etiquetas: amy hempel, rafael calero
El hombre de Bogotá
Erik Johansson |
La policía y el servicio de emergencia no la conmueven lo más mínimo. La voz del esposo suplicante no produce el efecto esperado. La mujer sigue en la cornisa..., aunque amenaza que no será por mucho tiempo.
Me imagino que me toca a mí persuadirla de que no se tire. Veo la situación y sucede así:
Le cuento la historia de un hombre de Bogotá. Era un hombre rico, un industrial al que secuestraron para pedir un rascarte. No era un drama televisivo; su mujer no podía llamar al banco y obtener un millón de dólares de la noche a la mañana. Le llevó meses reunir esa cantidad. El hombre tenía una afección cardiaca, y los secuestradores tenían que mantenerlo con vida.
Escuche esto, le digo a la mujer de la cornisa. Sus captores le obligaron a dejar de fumar, le cambiaron la dieta y le obligaron a hacer gimnasia todos los días. Lo tuvieron así tres meses.
Cuando se pagó el rescate y liberaron al hombre, su médico le hizo un chequeo. Comprobó que su estado de salud era excelente. Le digo a la mujer lo que entonces dijo aquel médico: que el secuestro era lo mejor que le podía haber pasado.
Quizá no sea la historia adecuada para que alguien decida bajar de una cornisa. Pero la cuento con la intención de que la mujer que está subida en la cornisa se haga una pregunta, la pregunta que se le pasó por la cabeza a aquel hombre de Bogotá. Se preguntó cómo sabemos que lo que nos está sucediendo no es bueno.
Amy Hempel
Buena lectura para el verano. Sus cuentos completos en Seix Barral, mala traducción, pero es lo que hay. En bibliotecas se puede encontrar el libro que editó Tusquets en el 89 o 90, Razones para vivir. Un buen aperitivo para ir acercándose a esta tremenda escritora.
...y todo lo que estábamos viendo era su trabajo
13 consejos para escribir - Chuck Palahniuk
Hace veinte años, una amiga y yo caminábamos por el centro de Pórtland en navidad. Los grandes almacenes: Meier and Frank... Fredrick and Nelson... Nordstroms..., sus enormes escaparates mostraban cada uno una bonita y sencilla escena: un maniquí vistiendo ropa o una botella de perfume sobre nieve falsa. Pero el escaparate de JJ Newberry’s, maldita sea, estaba atestado de muñecas y oropeles y espátulas y destornilladores y almohadas, aspiradoras, perchas de plástico, jerbos, flores artificiales, golosinas –ya pillas el punto. Cada uno de los cientos de objetos tenía marcado su precio con un círculo de desteñida cartulina roja. Y, al pasar, mi amiga, Laurie, echó un vistazo y dijo: Su filosofía de escaparatismo debe de ser "Si el escaparate no parece estar del todo bien, ponle más cosas".
Ella hizo el comentario perfecto en el momento perfecto, y lo recuerdo dos decadas después porque me hizo reír. Aquellos otros preciosos escaparates... Estoy seguro de que tenían mucho gusto y estilo, pero no tengo memoria real de cómo eran.
Para este trabajo (....) mi meta es poner más. Poner juntos una especie de escaparate de navidad de ideas, con la esperanza que algo será útil. O como empacar regalos de navidad para los lectores, poniendo dentro caramelos y una ardilla y un libro y algunos juguetes y un collar. Espero que una variedad suficiente garantizará que aparezca una completa tontería, pero que alguna otra cosa pueda ser perfecta.
Número uno: Hace dos años, cuando escribí las primeras de estas tareas, era más o menos el tiempo de mi método de escritura “egg timer” (avisador). He aquí el método: cuando no quieres escribir, pon en el avisador una hora (o en media hora) y siéntate a escribir hasta que el cronómetro suene. Si todavía odias escribir, eres libre en una hora. Pero, normalmente, para cuando suene la alarma, estarás tan involucrado en tu trabajo, disfrutándolo tanto, que seguirás adelante. En vez de un avisador, puedes poner una lavadora, o secadora y úsalas para cronometrar tu trabajo. Alternar la tarea mental que supone escribir con la física de hacer la colada y lavar los platos te proporcionará las pausas que necesitas para que te lleguen nuevas ideas y percepciones. Si no sabes qué es lo siguiente que va a ocurrir en la historia... limpia el baño. Cambia las sábanas. Por el amor de Dios, quítale el polvo al ordenador. Una idea mejor llegará.
Número dos: Tu audiencia es más lista de lo que imaginas. No temas experimentar con las formas de la historia ni con los cambios en el tiempo. Mi teoría personal es que los lectores jóvenes se distancian de la mayoría de los libros no porque esos lectores sean más tontos que los del pasado, sino porque el lector de hoy es más listo. Las películas nos han hecho muy sofisticados para la narración. Y tu audiencia es mucho más complicada de impactar de lo que puedas imaginar.
Número tres: Antes de sentarte a escribir una escena, medítala y conoce el propósito de dicha escena. ¿Que situaciones establecidas en escenas anteriores salda? ¿Qué establece para escenas posteriores? ¿Cómo activa tu trama? Cuando estés trabajando, conduciendo, haciendo ejercicio, mantén sólo esta cuestión en tu mente. Toma notas conforme tengas ideas. Y sólo cuando estés decidido acerca de los huesos de la escena, entonces siéntate y escríbela. No vayas a ese aburrido y polvoriento ordenador sin algo en la mente. Y no hagas que tu lector camine trabajosamente a través de una escena en la que pasa muy poco o nada.
Número cuatro: Sorpréndete a ti mismo. Si puedes llevar la historia –o dejarla que ella te lleve a ti– a un lugar que te asombre, entonces puedes sorprender a tu lector. Cuando llegas a ver cualquier sorpresa bien planeada, las posibilidades son que también la verá tu sofisticado lector.
Número cinco: Cuando te atasques, vuelve y lee los capítulos anteriores, buscando personajes o detalles que puedas resucitar como “armas enterradas”. Al final de estar escribiendo El club de la lucha, no tenía ni idea de qué era lo que iba a hacer con el edificio de oficinas. Pero releyendo el primer capítulo, encontré el comentario desperdiciado sobre mezclar nitro con parafina y cómo eso era un método incierto para fabricar explosivos plásticos. Esa tonta acotación (... la parafina nunca me ha funcionado...) fue la perfecta “arma enterrada” para resucitarla al final y salvar mi culo de narrador.
Número seis: Utiliza el escribir como una excusa para hacer una fiesta cada semana – incluso aunque llames a esa fiesta un "taller"-. Cada vez que pasas tiempo entre otra gente que valora y apoya la escritura, eso compensará esas horas que gastas a solas, escribiendo. Incluso si algún día vendes tu trabajo, ninguna cantidad de dinero te compensará del tiempo que pasas a solas. Así coge tu “cheque” por adelantado, haz de la escritura una excusa para estar con gente alrededor. Cuando llegues al final de tu vida, confía en mí, no mirarás atrás y saborearás los momentos que pasaste a solas.
Número siete: Permítete mantenerte en el “No Saber”. Este pequeño consejo viene a través de un centenar de gente famosa, a través de Tom Spanbauer, hasta mí y ahora, a ti. Cuanto más tiempo puedas permitirle a una historia que tome forma, mejor forma tendrá. No apresures o fuerces en final de una historia o un libro. Todo lo que tienes que conocer es la próxima escena, o unas pocas próximas escenas. No tienes que conocer cada momento hasta el final, de hecho, si lo haces, será terriblemente aburrido de ejecutar.
Número ocho: Si necesitas más libertad en la historia, entre borrador y borrador, cambia los nombres de los personajes. Los personajes no son reales, y ellos no son tú. Por el hecho de cambiar sus nombres arbitrariamente consigues la distancia que necesitas para torturarlo de veras. O peor, bórralo, si eso es lo que la historia necesita de verdad.
Número nueve: Hay tres tipos de discurso –no sé si esto es VERDAD, pero lo oí en un seminario y tenía sentido -. Estos tipos son: Descriptivo, Imperativo y Expresivo. Descriptivo: “El sol se levantó alto...”. Imperativo: “Camina, no corras...”. Expresivo: “¡Ay!” La mayoría de los escritores de ficción utilizarán sólo uno –dos, todo lo más–. Así que, usa los tres. Mézclalos. Es como la gente habla.
Número diez: Escribe el libro que quieres leer.
Número once: Hazte ahora fotos de autor, con chaqueta, mientras eres joven. Y hazte con los negativos y el copyright de esas fotos.
Número doce: Escribe sobre los temas que realmente te preocupan. Esas son las únicas cosas sobre las que merece la pena escribir. En su curso, llamado “Escritura peligrosa”, Tom Spanbauer enfatiza que la vida es demasiado preciosa como para desperdiciarla escribiendo historias insulsas y convencionales las cuales no tienen ningún lazo personal contigo. Hay tantas cosas de las que Tom habló, pero sólo puedo medio recordar: el arte de “manumision” que no puedo deletrear, pero que entendí que significaba el cuidado que utilizas al mover a un lector a través de una historia. Y “sous conversation”, el cual me hice la idea de que significaba el mensaje escondido, enterrado entre la historia obvia. No me siento cómodo describiendo temas que solo medio entiendo. Tom estuvo de acuerdo en escribir un libro sobre este trabajo y las ideas que él enseña. El título de trabajo es A Hole In The Heart, Un agujero en el corazón, y tiene planeado tener listo un borrador en junio de 2006, con fecha de publicación a primeros de 2007.
Número trece: Otra historia de escaparates de navidad. Casi cada mañana, desayuno en el mismo restaurante, y esta mañana un hombre estaba pintando el escaparate con dibujos navideños. Hombres de nieve. Copos de nieve. Campanas. Santa Claus. Él permanecía de pie, fuera, en la acera, pintando con pinturas de diferentes colores. Dentro del restaurante, los clientes y los camareros observaban cómo esparcía pintura roja y blanca y azul en el exterior de la gran ventana. Tras él, la lluvia cambió a nieve, cayendo de un lado a otro en el viento.
El pelo del pintor era de todos los tonos de gris, y su cara, flácida y arrugada como el culo vacío de sus vaqueros. Entre colores, paró para beber algo de un vaso de papel.
Observándolo desde el interior, comiendo huevos y tostadas, alguien dijo que era triste. Este cliente dijo que el hombre era, probablemente, un artista fracasado. Que lo del vaso de papel, probablemente sería güisqui. Que probablemente tenía un estudio lleno de pinturas fracasadas y ahora vivía de decorar escaparates de restaurantes y tiendas. Triste, triste, triste.
Este pintor siguió poniendo colores. Todo el blanco nieve primero. Entonces algunas extensiones de rojo y verde. Entonces unas líneas de negro que delimitaban las formas de colores y las convertían en paquetes y árboles.
Un camarero caminó por el restaurante, sirviendo café a la gente, y dijo, “Es tan bonito. Ojalá yo pudiera hacer algo así...”
Y tanto si envidiábamos como si nos daba pena el camarero en el frío, él siguió pintando. Añadiendo detalles y capas de color. Y no estoy seguro de cuándo pasó, pero en algún momento ya no estaba allí. Las pinturas por sí mismas eran tan ricas, llenaron tan bien la ventana, los colores tan brillantes, que el pintor se había ido. Tanto si era un fracasado como un héroe. Él había desaparecido, se había largado a donde fuera, y todo lo que estábamos viendo era su trabajo.
Original en el blog del autor
domingo, 19 de junio de 2011
¿Cuándo?
¿Qué son esas nubes, dime, que el viento arrastra como cabelleras al término encendido de la tarde? ¿Hiciste tú ese camino? ¿Sin mí lo hiciste? ¿Cuándo?
José Ángel Valente -No amanece el cantor
Nacer
No sé por qué te amo.
Sé que por eso te amo.
Cae mi lengua, como la de Catulo,
en su doble noche de deseo.
Nadie vuelve de vos
a lo que fue. Cuando callan
las palabras inevitables, las
repeticiones del dolor y
los huecos de la tiniebla alta,
conozco tu pacto que sucede de pronto.
Nacer es el apetito que das.
Caballa de la boca.
Juan Gelman -Pasa
Aquellos
Luis Beltrán |
Aquel niño
le pinchaba los ojos
a los pájaros;
y le gustaba ver salir
esa gotita
de aire y de luz,
ese rocío limpio
de mañanitas frescas.
Luego los echaba a volar
y se reía al verlos
chocar contra el muro
de su casa,
con un ruido muy triste.
Creció y fue de aquéllos.
le pinchaba los ojos
a los pájaros;
y le gustaba ver salir
esa gotita
de aire y de luz,
ese rocío limpio
de mañanitas frescas.
Luego los echaba a volar
y se reía al verlos
chocar contra el muro
de su casa,
con un ruido muy triste.
Creció y fue de aquéllos.
Luis Pimentel - Juego vil
Cometas
Por el miércoles y el trocito de cometa.
“Y vino el cometa: brilló con su núcleo de fuego, y amenazó con la cola. Lo vieron desde el rico palacio y desde la pobre buhardilla; lo vio el gentío que hormiguea en la calle, y el viajero que cruza llanos desiertos y solitarios; y a cada uno inspiraba pensamientos distintos.”
Hans Christian Andersen, El cometa
Hyakutake 1996 |
Viajeros errantes, hielo manchado, pasión de ser, sin mapa, sin brújula, guiados solo de su afán de libertad. Quién sabe si por el deseo de ver los otros mundos, esos que nosotros, polvo de la tierra, ni siquiera imaginamos. Se llenan de luz y atraviesan la oscuridad dejando estelas de sueños. Como algunos amores. |
Arco
JL Navarro Cabo |
En medio de las viñas se levanta.
Testimonio de un tiempo, ya es el tiempo.
Testimonio de un tiempo, ya es el tiempo.
Permanece, si llueve, solitario:
y solitario cuando quema el sol.
y solitario cuando quema el sol.
Divide el mundo en dos, insiste y calla,
cerrado, pero abierto al hermetismo
de la interrogación que no se extingue.
El arco es como yo, que no concluyo.
Porque fui contra el cielo como el arco:
de vacío a vacío en la belleza,
de la nada a la nada entre la luz.
César Simón Arco romano
cerrado, pero abierto al hermetismo
de la interrogación que no se extingue.
El arco es como yo, que no concluyo.
Porque fui contra el cielo como el arco:
de vacío a vacío en la belleza,
de la nada a la nada entre la luz.
César Simón Arco romano
Ecos
Algunos ecos,
partículas
que caen, polvo,
luz solar, a través
de la ventana, en tus ojos. Tu
pelo mientras
lo peinas, la luz
tras los ojos,
lo que queda de eso.
Robert Creeeley - Words
La mayoría de las estrellas
Estoy decepcionado. ¿Te enfurece? Puedes decir que el parentesco invalida mi juicio. Eso me preocupa bastante. Pero soy también un lector. ¿Eres un escritor o simplemente un autor de cuentos estupendos? A mí me inquieta cuando escribes un cuento estupendo. Lo que yo quiero es tu tesoro.
[...] ¿Desde cuándo el escribir es tu profesión? Nunca fue otra cosa que tu religión. Nunca. Estoy un poco sobreexcitado. Puesto que es tu religión, ¿sabes qué te preguntarán cuando te mueras? Pero permíteme decirte primero lo que no te van a preguntar. No te van a preguntar si estabas trabajando en algo maravilloso y conmovedor. No te van a preguntar si era corto o largo, triste o divertido, publicado o inédito. No te van a preguntar si estabas en buena forma o no cuando lo escribías. Ni siquiera te preguntarán si hubiera sido eso lo que escribirías de haber sabido que tenías las horas contadas; cre que eso solo se lo preguntarán al pobre Sören K. Estoy seguro de que te harán dos preguntas. ¿Habían aparecido la mayoría de tus estrellas? ¿Estabas ocupado en escribir todo lo que tenías en el corazón? ¡Si supieras lo fácil que sería para ti decir que "sí" a las dos preguntas! Si te acordaras, antes de sentarte a escribir, que fuiste un lector mucho antes de ser escritor... Basta con que te metas esa idea en la cabeza, te sientes muy tranquilo y te preguntas, como lector, qué tipo de obra, entre todas, le gustaría leer a Buddy Glass, si pudiera elegirla con el corazón. El próximo paso es terrible, pero tan sencillo que casi no puedo creerlo mientras lo escribo. Te sientas sin ninguna inhibición y lo escribes tú mismo. Ni siquiera voy a subrayarlo. Es demasiado importante para subrayarlo.
Erik Johansson
J.D.Salinger - Seymour: una introducción
Posibilidades
Damien Hirst |
Prefiero el cine.
Prefiero los gatos.
Prefiero los robles a orillas del Warta.
Prefiero Dickens a Dostoievski.
Prefiero que me guste la gente
a amar a la humanidad.
Prefiero tener a la mano hilo y aguja.
Prefiero no afirmar
que la razón es la culpable de todo.
Prefiero las excepciones.
Prefiero salir antes.
Prefiero hablar de otra cosa con los médicos.
Prefiero las viejas ilustraciones a rayas.
Prefiero lo ridículo de escribir poemas
a lo ridículo de no escribirlos.
Prefiero en el amor los aniversarios no exactos
que se celebran todos los días.
Prefiero a los moralistas
que no me prometen nada.
Prefiero la bondad astuta que la demasiado crédula.
Prefiero la tierra vestida de civil.
Prefiero los países conquistados a los conquistadores.
Prefiero tener reservas.
Prefiero el infierno del caos al infierno del orden.
Prefiero los cuentos de Grimm a las primeras planas
del periódico.
Prefiero las hojas sin flores a la flor sin hojas.
Prefiero los perros con la cola sin cortar.
Prefiero los ojos claros porque los tengo oscuros.
Prefiero los cajones.
Prefiero muchas cosas que aquí no he mencionado
a muchas otras tampoco mencionadas.
Prefiero el cero solo
al que hace cola en una cifra.
Prefiero el tiempo insectil al estelar.
Prefiero tocar madera.
Prefiero no preguntar cuánto me queda y cuándo.
Prefiero tomar en cuenta incluso la posibilidad
de que el ser tiene su razón.
Wislawa Szymborska -De Gente en el puente 1986 (Versión de Gerardo Beltrán)
domingo, 12 de junio de 2011
Big Bang
La masa del Big Bang sentía algo parecido a la esperanza.
Palabras
Elisa Lazo de Valdez |
Esperando que un mundo sea desenterrado por el lenguaje, alguien canta el lugar en que se forma el silencio. Luego comprobará que no porque se muestre furioso existe el mar, ni tampoco el mundo. Por eso cada palabra dice lo que dice y además más y otra cosa.
Alejandra Pizarnik -La palabra que sana
Cartas de amor
Ellas no te abandonarán.
El tiempo pasará, se borrará el deseo
-esta flecha de sombra-
y los sensuales rostros, bellos e inteligentes,
se ocultarán en ti, al fondo de un espejo.
Caerán los años. Te cansarán los libros.
Descenderás aún más
e, incluso, perderás la poesía.
El ruido de ciudad en los cristales
acabará por ser tu única música,
y las cartas de amor que habrás guardado
serán tu última literatura.
Joan Margarit - No tires las cartas de amor
El inconcebible universo
Cómo iba a faltar en esta sección quizá la más extraordinaria de las listas. El Aleph que Borges vio en aquel sótano de la calle Garay.
Cuenta Borges una anécdota al respecto del Aleph: "Cuando estuve en Madrid -recordaba Borges en 1984- alguien [un periodista] me preguntó si yo había visto el Aleph. Me quedé atónito; mi interlocutor, que no sería una persona muy sutil, me dijo: «Pero cómo, si usted nos da la calle y el número». Bueno, dije yo, qué cosa hay más fácil que nombrar una calle e indicar un número. Entonces me miró, y me dijo: «Ah, de modo que usted no lo ha visto». Me despreció inmediatamente, se dio cuenta de que yo era un embustero, un mero literato."
Aquí va, disfrutémoslo otra vez.
Cuenta Borges una anécdota al respecto del Aleph: "Cuando estuve en Madrid -recordaba Borges en 1984- alguien [un periodista] me preguntó si yo había visto el Aleph. Me quedé atónito; mi interlocutor, que no sería una persona muy sutil, me dijo: «Pero cómo, si usted nos da la calle y el número». Bueno, dije yo, qué cosa hay más fácil que nombrar una calle e indicar un número. Entonces me miró, y me dijo: «Ah, de modo que usted no lo ha visto». Me despreció inmediatamente, se dio cuenta de que yo era un embustero, un mero literato."
Aquí va, disfrutémoslo otra vez.
En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Frey Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer de pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemont Holland, vi a un tiempo cada letra de cada página (de chico yo solía maravillarme de que las letras de un volumen cerrado no se mezclaran y perdieran en el decurso de la noche), vi la noche y el día contemporáneo, vi un poniente en Querétaro que parecía reflejar el color de una rosa en Bengala, vi mi dormitorio sin nadie, vi en un gabinete de Alkmaar un globo terráqueo entre dos espejos que lo multiplicaban sin fin, vi caballos de crin arremolinada, en una playa del Mar Caspio en el alba, vi la delicada osadura de una mano, vi a los sobrevivientes de una batalla, enviando tarjetas postales, vi en un escaparate de Mirzapur una baraja española, vi las sombras oblicuas de unos helechos en el suelo de un invernáculo, vi tigres, émbolos, bisontes, marejadas y ejércitos, vi todas las hormigas que hay en la tierra, vi un astrolabio persa, vi en un cajón del escritorio (y la letra me hizo temblar) cartas obscenas, increíbles, precisas, que Beatriz había dirigido a Carlos Argentino, vi un adorado monumento en la Chacarita, vi la reliquia atroz de lo que deliciosamente había sido Beatriz Viterbo, vi la circulación de mi propia sangre, vi el engranaje del amor y la modificación de la muerte, vi el Aleph, desde todos los puntos, vi en el Aleph la tierra, vi mi cara y mis vísceras, vi tu cara, y sentí vértigo y lloré, porque mis ojos habían visto ese objeto secreto y conjetural, cuyo nombre usurpan los hombres, pero que ningún hombre ha mirado: el inconcebible universo.
Alas 3
Sobre el himno del combate
y el clamor de los guerreros,
pasa un lento batir de alas;
se oye un lúgubre graznido,
y penetran los dos Cuervos,
los divinos, tenebrosos mensajeros,
y se posan en los hombros del Dios
y hablan a su oído.
Ricardo Jaimes Freyre Los cuervos
Luna 2
Maldito Baudelaire, malditos Goethe y Borges,
que ahora que contemplo
la luna no me dejan ver
la luna.
Miguel D'ors - Nocturno frustrado
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