lunes, 5 de marzo de 2012
Yo estaba triste pero la tarde era hermosa
Ningún tipo de conocimiento
ofrece la luna
que aparece incompleta
por atrás del hotel
cuando una leve corriente aérea
empieza a calentar en la calle
otra larga fila de lámparas de sodio.
Los que vuelven de la playa a esta hora
traen arena al centro de la ciudad
y la dejan en la puerta de sus casas
para que un viento contrario
la arrastre otra vez hasta el margen del río.
Es un viento sin temperatura
que, abajo del cartel encendido,
infla las cortina como caballos
rozando delicadamente
los hombros de huéspedes borrachos
dormidos con los zapatos puestos
bajo la luz del televisor.
Francisco Bitar
(El poeta ocasional) Gracias
De: "Ropa vieja: la muerte de una estrella", Ediciones Stanton, 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario