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domingo, 27 de mayo de 2012

La niña que creó las estrellas


Mi madre me contó que la niña se puso de pie, metió las manos en las cenizas y las arrojó al cielo.
La niña les dijo a las cenizas:
-Estas cenizas se transformarán en la Vía Láctea. Se esparcirán blancas por el cielo, para que las estrellas puedan brillar en los márgenes de la Vía Láctea. La Vía Láctea, que antes fue un puñado de cenizas.
Las cenizas se transformaron en la Vía Láctea. La Vía Láctea se mueve, y a su lado discurren las estrellas. La Vía Láctea y las estrellas surcan juntas el cielo.
Cuando está sobre la tierra, la Vía Láctea da media vuelta. Quiere hacer una pausa, pues se da cuenta de que las estrellas se marchan, y las estrellas se dan cuanta de que es el Sol quién está de regreso. El Sol sigue su senda, las estrellas se marchan; las estrellas van a traer la aurora, para poder esparcirse a su antojo, al igual que la Vía Láctea. También las estrellas se desparraman a su antojo. Surcarán el cielo, caminando sobre sus huellas, las huellas que ellas, que nunca dejan de moverse, están siguiendo. Las estrellas descienden.
La Vía Láctea llega a su hogar, allí donde la niña arrojó las cenizas, y desciende con todo cuidado. Ha estado surcando el cielo, desparramada en él. Ha dado media vuelta, cuando las estrellas hacían lo mismo. Juntas han dado la vuelta al cielo.
El cielo está inmovil; son las estrellas quienes se mueven, surcándolo. Primero desaparecen, luego salen de nuevo. Surcan el cielo, siguiendo sus huellas. Cuando sale el Sol, las estrellas se vuelven blancas. El Sol se pone, las estrellas aguardan encima de él, pues han estado siguiéndolo.
Surge la oscuridad. Las estrellas, que al principio eran blancas, se vuelven rojas. dispersas por el cielo, brillan con fuerza, porque es de noche. Entonces, los hombres pueden salir de noche, porque ellas brillan un poco e iluminan la tierra. La oscuridad cubre la tierra...  

                                                                                                  La niña que creó las estrellas (fragmento)


* Este relato corresponde a los ritos y tabúes que los xam imponían a las muchachas con motivo de su primera menstruación.




Relatos orales de los bosquimanos/xan
Lengua de Trapo, 2004

domingo, 15 de enero de 2012

Poesía para acercarse a la inquietante extrañeza de las cosas

Guillevic por Manuel Loayza

Acaba de aparecer por primera vez en España un libro más que recomendable. Se trata de Arte poética de  Eugène Guillevic, traducido por Pilar González España.
Un arte poética construida a base de poemas que son chispazos de luz que emocionan y sorprenden,  incomodan o estremecen. Poemas que te obligan a mirar y a cuestionarte tu lugar en relación a la escritura.
No se trata de un conjunto de reglas que tratan de explicar el arte de la poesía. No, no da respuestas, en realidad solo hace preguntas y las llena de ironía, y de humor, y de emoción. Se trata de un poema, de un poema compuesto por pequeños poemas, un viaje intuitivo, poético, intelectual, que, como todo viaje que se precie, nos devuelve a casa siendo un poco diferentes.

Leedlo. Lo edita Ediciones y talleres de escritura Fuentetaja y es una belleza.

                                                            He aquí una oruga.
                                                            Y repta.

                                                            Repta hacia el alimento.
                                                            Eso es al menos lo que ella cree.

                                                           Y además es cierto,
                                                           Pero también repta
  
                                                           Hacia su avatar,
                                                           Hacia su vida de mariposa,

                                                           Y este objetivo
                                                           Ella no lo adivina.

                                                           -Tú tampoco adivinas todavía
                                                           Hacia qué escribes.


                                                                                                Guillevic


                                                                                         

martes, 1 de noviembre de 2011

El niño perdido


Y el viejo caballo agachó la cabeza y azotó los adoquines con sus cascos.
"Bien", dijo el picapedrero una vez más, "y, ahora, pórtate bien". Regresó sobre sus propios largos pasos, en dirección a la tienda, al taller.
El chico perdido se quedó en la plaza, cerca del porche de la tienda de su padre.
"Este es el Tiempo", pensó Grover, "este es Grover, este es el tiempo..."
Un camión giró para entrar en la plaza. En el anuncio que había en la parte postrior del camión se leía "Saint Louis" y "Excursión" y "Exposición Universal".
Y la luz se fue y vino de nuevo a la plaza, y Grover se quedó allí pensando tranquilamente: "Aquí está la plaza y aquí está Grover, aquí está la tienda de mi padre y aquí estoy yo".

Leed este libro. Un poema sobre el tiempo y el recuerdo. Y si no conocéis a este autor, Thomas Wolfe, será la oportunidad de hacerlo. Nace con el siglo XX y muere muy pronto. Pero le da tiempo a escribir obras inmensas como El ángel que nos mira y esta que acaba de publicar Periférica, con traducción de Juan Sebastián Cárdenas, El niño perdido. Todos estos escritores norteamericanos que tanto admiramos hoy bebieron de esta fuente.

domingo, 28 de agosto de 2011

Cosas que hacen latir deprisa el corazón

Las cosas simples. Francisco Ruiz de Infante
Nunca me canso de recomendar y regalar este libro insólito, El libro de la almohada, que por su hechura, conjunto de enumeraciones, debería ir apareciendo con la etiqueta de "listas". En algún momento incluiré ahí sus enumeraciones de insectos o de plantas. Hoy rescatamos el libro en su conjunto de los estantes olvidados. Sei Shonagon fue una dama de la corte de la emperatriz Sadako, en el Japón del siglo X. Ella, en su afán de clasificar, posiblemente también trataba de entender el mundo. Un libro maravilloso, moderno, poético, sencillo, fugaz.
Hay una selección y traducción de Borges y la Kodoma. Borges sintió siempre una gran admiración por este libro. Aquí va una pequeña muestra de su belleza.  

Cosas que no pueden comprarse
El estío y el invierno. La noche y el día. La lluvia y el sol. La juventud y la vejez. La risa de alguien y su ira. El negro y el blanco. El amor y el odio. La plantita de índigo y el gran filodendro. La lluvia y la neblina. Cuando uno deja de querer a alguien, uno siente que es otro, aunque sigue siendo el mismo.
En un jardín de plantas perennes, los grajos están todos dormidos. Hacia la medianoche, se despiertan en uno de los árboles con mucha agitación y se echan a volar de un lado para otro. Su inquitud se contagia a otros árboles y en breve, todos los pájaros se despiertan y graznan alarmados. ¡Qué diferencia con los mismos grajos durante el día!

Cosas que están lejos aunque estén cerca
Fiestas que se celebran cerca del Palacio
Relaciones entre hermanos, hermanas y otros miembros de la familia que no se quieren.
El camino zigzagueante que lleva al templo de Kurama. (Templo cercano pero de dificil acceso).
El último día del Duodécimo mes y el primero del Primer mes.

Cosas que tienen que ser grandes
Sacerdotes. Fruta. Casas. Bolsas de provisiones. Pinceles para tinteros. Los ojos de los hombres, cuando son muy estrechos parecen de mujer. Por otra parte, si fueran tan grandes como bolas de metal más bien me darían miedo. Braseros redondos. Cerezas de invierno. Pinos. Pétalos de rosas amarillas. Los caballos así como los bueyes deben ser grandes.

Cosas que deben ser chicas
Una hebra de hilo cuando uno quiere coser algo y está de prisa. El pie de una lámpara. El pelo de una mujer de la clase baja debe ser aseado y corto. La conversación de una niña.

Cosas y gente que deprimen
Un perro ladrando de día. Una red para pescar hecha de mimbre en primavera. Un vestido color cereza en el Tercer o Cuarto Mes. La habitación destinada al nacimiento cuando el niño se ha muerto. Un brasero vacío y frío. Un boyero que odia a los bueyes...

Cosas que hacen latir deprisa el corazón
Gorriones que alimentan a sus crías. Pasar por un lugar donde jueguen niños. Dormir en una habitación donde se ha quemado incienso. Advertir que un elegante espejo chino está un poco empañado. Ver a un caballero que detiene su carruaje frente a nuestro portón y ordena a sus servidores que lo anuncien. Lavarse el pelo, acicalarse y ponerse ropas perfumadas. Aunque nadie lo vea sentimos un placer íntimo.
Es de noche y uno espera una visita. De pronto nos sorprende el sonido de las gotas de lluvia que el viento arroja a las persianas.

                                         Sei Shônagon, El libro de la almohada. (Trad. Borges, Kodama)

domingo, 26 de junio de 2011

El hombre de Bogotá

Erik Johansson
La policía y el servicio de emergencia no la conmueven lo más mínimo. La voz del esposo suplicante no produce el efecto esperado. La mujer sigue en la cornisa..., aunque amenaza que no será por mucho tiempo.
Me imagino que me toca a mí persuadirla de que no se tire. Veo la situación y sucede así:
Le cuento la historia de un hombre de Bogotá. Era un hombre rico, un industrial al que secuestraron para pedir un rascarte. No era un drama televisivo; su mujer no podía llamar al banco y obtener un millón de dólares de la noche a la mañana. Le llevó meses reunir esa cantidad. El hombre tenía una afección cardiaca, y los secuestradores tenían que mantenerlo con vida.
Escuche esto, le digo a la mujer de la cornisa. Sus captores le obligaron a dejar de fumar, le cambiaron la dieta y le obligaron a hacer gimnasia todos los días. Lo tuvieron así tres meses.
Cuando se pagó el rescate y liberaron al hombre, su médico le hizo un chequeo. Comprobó que su estado de salud era excelente. Le digo a la mujer lo que entonces dijo aquel médico: que el secuestro era lo mejor que le podía haber pasado.
Quizá no sea la historia adecuada para que alguien decida bajar de una cornisa. Pero la cuento con la intención de que la mujer que está subida en la cornisa se haga una pregunta, la pregunta que se le pasó por la cabeza a aquel hombre de Bogotá. Se preguntó cómo sabemos que lo que nos está sucediendo no es bueno.
                                                                                                                     Amy Hempel

Buena lectura para el verano. Sus cuentos completos en Seix Barral, mala traducción, pero es lo que hay. En bibliotecas se puede encontrar el libro que editó Tusquets en el 89 o 90, Razones para vivir. Un buen aperitivo para ir acercándose a esta tremenda escritora.

jueves, 2 de junio de 2011

Autobiografía




Dave Hill


Lo primero que recuerdo es una línea azul. Estaba a la izquierda, donde el lago se fundía con el cielo. En aquel punto había una pared de arena, pero no se veía desde donde yo estaba.
A la derecha el lago iba estrechándose hasta convertirse en un río y había una presa y un puente cubierto, algunas casas y una iglesia blanca. Al frente había una pequeña isla rocosa con unos cuantos árboles. A lo largo de las orillas se veían grandes rocas erosionadas y los troncos cortados de árboles enormes, que sobresalían del agua.
Detrás hay una casa, un camino que se adentra en el bosque, el acceso a otro camino que no se veía desde donde yo me encontraba, pero que en cualquier caso estaba allí. Al llegar a un punto el camino se ensanchaba; la avena que en algún distante invierno se había caído de los morrales que llevaban los caballos de los leñadores había germinado y crecido. Allí anidaban halcones.
En una ocasión, en la isla rocosa había un esqueleto de ciervo medio comido, que olía a hierro, olía como cuando se frotan las manos con herrumbre y esta se mezcla con el sudor. Ese olor es el punto en que se disuelve el paisaje, en que deja de ser paisaje y se convierte en otra cosa.

 Margaret Atwood, sus relatos.



domingo, 29 de mayo de 2011

Los números

 
-¿Sabes lo que hay debajo de las matemáticas? –le pregunto-. Debajo de las matemáticas se esconden los números. Si alguien me preguntara qué es lo que verdaderamente me hace sentir feliz, yo contestaría: los números. La nieve, el hielo y los números. ¿Y sabes por qué?
Rompe las pinzas de los cangrejos con un cascanueces y saca la carne con unas tenacillas curvas.
-Porque el sistema numérico es como la vida humana. En el comienzo están los números naturales. Son aquellos que son enteros y positivos. Los números del niño pequeño. Sin embargo, la conciencia humana se expande. El niño descubre el ansia y ¿sabes cuál es la representación matemática del ansia?
Le añade crema de leche y unas gotas de zumo de naranja a la sopa.
-Los números negativos. La formalización de aquello que sentimos que nos falta. Y la conciencia sigue expandiéndose, y crece, y el niño descubre los intervalos. Entre las piedras, entre las manchas de liquen que cubren las piedras, entre los hombres. Y entre los números. ¿Y sabes a qué nos lleva? Nos lleva a los quebrados. Los números enteros más los quebrados nos dan los números racionales. Y la consciencia no se detiene aquí. Su deseo es superar la razón. Añade una operación tan absurda como es la extracción de una raíz. Y llega a los números irracionales.
Calienta las barritas de pan en el horno y rellena el pimentero.
-Es una especie de locura. Porque los números irracionales son infinitos. No se pueden escribir. Conducen a la conciencia hasta el espacio ilimitado. Y con los números irracionales, sumados a los racionales, se obtienen los números reales.
Estoy en medio de la habitación para poder disponer de espacio. Es poco frecuente tener la oportunidad de explicarse ante otro ser humano. Normalmente hay que luchar por la palabra. Y para mí, poder hacerlo me es indispensable.
-Y la cosa no se detiene aquí. No se detiene nunca. Porque ahora, en este mismo momento, los números reales se expanden mediante los quebrados imaginarios de números negativos. Son números que somos incapaces de imaginar, números que la conciencia normal no puede contener. Y cuando añadimos los números imaginarios a los números reales, obtenemos el sistema numérico complejo. El primer sistema numérico dentro del cual es posible dar cuenta de la creación de cristales de hielo. Es como un gran paisaje abierto. Los horizontes. Una se siente atraída hacia ellos, y ellos siguen moviéndose. Es Groenlandia, de la que no puedo prescindir. Es la razón por la que no quiero que me encierren.
He acabado y estoy frente a él.
-Smila –me dice-, ¿puedo besarte?
Supongo que todos tenemos una imagen de nosotros mismos. Siempre me he visto a mí misma como a una doña Mordaz de boca enorme. Ahora ya no sé qué pensar ni qué decir. Siento que me he traicionado. Que no me ha escuchado como debía. Que me ha sido desleal. Por otro lado, no hace nada. No me molesta. Se queda delante de las ollas humeantes, mirándome.
No sé qué contestar. Simplemente me quedo de pie, sin saber qué hacer conmigo misma y surge el momento y, afortunadamente, pasa.

                                                           Peter Hoeg. La señorita Smila y su especial percepción de la nieve. Tusquet

 


domingo, 22 de mayo de 2011

Naufragios

Para Clara
       
DUNA

Por ir todas las tardes a la playa a buscar caracolas se me fue formando una montaña de arena en la habitación. La traía en los zapatos, poco a poco, sin darme cuenta.
-Me llamo Duna -parecía decir.
-Las dunas son montañas nómadas -me dijo mi hermana.
-Yo tengo una -le contesté.
-¿Ah, sí? ¿Dónde?
-Ven conmigo.
Cuando entramos, mi habitación estaba llena de caracolas y vacía de montañas.
-¿Qué quiere decir nómada? -le pregunté.

Desde entonces, por mi casa ronda una montaña nómada: Duna. Como ha vivido aquí desde pequeña, no se escapa, aunque siempre tiene la puerta abierta.



EL NAUFRAGIO

Gracias a la costumbre del acopio, como lo llamaba mi padre, pude ver un día un naufragio. Lo trajo a casa mi tío, el soltero, que coleccionaba cartas.
-¿Qué traes hoy? -le dije.
-Un naufragio -contestó.
-¿Y el barco?
-Sin barco. Naufragio solo -dijo, y se subió en la duna, que aquel día estaba cerca de la ventana que daba al atardecer.
El naufragio no se veía, pero se notaba que era grande y pesado.
                                                                                                          
                                                                                                                    Diógenes (Fragmento. Kalandraka)

                                                                                                                                 Pablo Albo


¿Por qué cuando se habla de literatura infantil pareciera que se habla de una literatura menor?                                                                    

miércoles, 11 de mayo de 2011

Nombres

-Arroz, ¡te traigo una carta!
Me llama arroz. Nosotros no tenemos nombre, ¿para qué? Solo a dos tipos de queso, a dos tipos de pasta de dientes o a dos novelas hay que darles nombre para poder distinguirlos. ¿Pero a dos granos de arroz? Abrí la carta, le eché un vistazo y se la devolví.
Yo solo soy un grano de arroz, pero no me gusta que me confundan con otros.

                                                                                                                       Istvan Örkeny


Qué buen momento para releer sus Cuentos de un minuto.


Yeririti en Flickr



domingo, 8 de mayo de 2011

Caro diario...

 Qué mejores libros para la vida que los diarios. Escribirlos, leerlos, pensarlos. Para sujetar un poco el tiempo. Solo el arte consigue sujetar el tiempo. ¿Detenerlo? Son muchos los grandes escritores de diarios. Muchos e inmensos. Pero hoy quiero hablaros de unos diarios que me encontré hace tiempo, cuando buscaba un poema de Llop. Los diarios de José Carlos Llop. Mejor, dejo que hable él mismo. 

Jean Claude Gisbert/Opale

La escritura de un diario también consiste en la eliminación de muchos fragmentos y en las lecturas que se intercalan en esos vacíos. Cualquier diario es un diario de silencios -los espacios en blanco-, un mosaico al que le faltan teselas tan necesarias para el dibujo -o tan prescindibles- como aquellas que se descubren cepillando la tierra.
...
Mientras ordenaba estas notas y guardaba otras en la carpeta de inéditos, leí una frase de un libro titulado Le monde des poissons. Quizá porque estaba escuchando las Gnossiennes de Satie, que también tienen algo de submarino, pensé que podía deslizarse entre alguna de estas páginas. "El mundo de los peces -decía la frase- es una fiesta sin alegría; maravilla los ojos dejando indiferente el corazón". No se escriben diarios con el corazón indiferente, por supuesto, pero escribirlos, a veces, es una forma de conseguir que el corazón se mueva como los peces bajo el agua, con una elegante indiferencia ante las cosas del mundo que pueden dañarnos, para que la alegría permanezca más allá de los colores que brillan bajo el mar. De ahí supongo, que haya épocas en que sea necesario el uso de la escafandra.   
 Estas palabras aparecen en la Nota introductoria a uno de ellos, La escafandra, publicado por Destino en 2006. La escafandra es la quinta entrega de sus diarios. Con anterioridad publicó La estación inmortal, Champán y sapos, Arsenal y El Japón en los Ángeles.  

Los zapatos son separan del animal que fuimos pero también del paraíso donde habitamos antes de ser animales. (De La escafandra)


 ¿En qué momento la biografía de un hombre está en manos de su mujer? ¿Tal vez en el momento en que ya no es capaz de abandonarla? (De La escafandra)

A la decadencia física de un hombre se le suma su miedo a la vida. (De La escafandra)

sábado, 23 de abril de 2011

Libros para la vida

 Un buen día este para rescatar un libro del estante de los libros disfrutados. Quitarle el polvo y permitirle vivir, al aire fresco de abril, una vida nueva, otra oportunidad de conmover. Dudo. Paso mi dedo por sus lomos arrugaditos, leo los títulos. Y será un libro titulado No leer, de ese escritor llamado Alejandro Zambra, el que me ayude a alegir. Este es un  libro donde Zambra habla de libros. 
Como también habla del suyo, Bonsái, aprovecho para recomendarlo y comentar alguna cosa, o mejor para dejar que Zambra nos cuente cuál fue su origen y el modo en que lo trabajó.
Escribir es como cuidar un bonsái, pensé entonces; pienso ahora: escribir es podar el ramaje hasta hacer visible una forma que ya estaba allí, agazapada; escribir es alambrar el lenguaje para que las palabras digan, por una vez, lo que queremos decir; escribir es leer un texto.
Zambra quería escribir un libro que se llamara Bonsái, pero dice que no sabía cómo. Tenía el título y un puñado de poemas.
No recuerdo con precisisón el momento en que Bonsái comenzó a ser (o parecer) una novela. Desconfiaba de la ficción; desconfiaba, en especial, de que fuera capaz de contar una histoira, de que hubiera, para mí, una historia que contar. No quería escribir una novela, sino un resumen de novela. Un bonsai de novela. Borges aconsejaba escribir como si redactara el resumen de un texto ya escrito. Eso hice, eso intenté hacer: resumir las escenas secundarias de un libro inexistente. En lugar de sumar, restaba: completaba diez líneas y borraba ocho; escribía diez páginas y borraba nueve: operando por sustracción, sumando poco o nada, di con la forma de Bonsai.


Alicia Martín (MUSAC)

Pero Zambra en No leer habla de muchos otros libros. De libros y de sus sombras, esas historias que nacen a su alrededor o que son su origen, secretos de vida y escritura, esas pequeñas curiosidades que le dan al libro otra vida diferente que a veces lo engrandece y ayuda a convertirlo en leyenda.
De todos los que comenta elijo para sacar del estante, en esta ocasión, la Antología de Spoon River, esa obra que no es una novela, ni un libro de cuentos, ni un libro de poesía y que lo es todo a la vez. Parece ser que Bolaño recomendaba a los cuentistas leerlo porque, en realidad, los fragmentos de la obra de Edgar Lee Masters son relatos que el autor no quiso completar. 
Intuiciones, según Zambra, más que un plan de trabajo, Masters tuvo intuiciones a la hora de escribir este libro. "Edgar Lee Master se preguntó qué dirían, si hablaran, los muertos de un pueblo del Midwest".  Les dio voz a los muertos, construyó un pueblo de muertos que hablan de la vida, de sus vidas. Respuestas, aclaraciones, declaraciones de amor o rencores, testimonios, ajustes de cuentas, pequeños epitafios que van sacando a la luz sus secretos.
Uno murió de una fiebre, / otro se quemó en una mina, / a otro le mataron en una riña, / otro murió en la cárcel, / otro cayó de un puente donde trabajaba para mantener a su mujer y a sus hijos…/ Todos, todos duermen. Todos están durmiendo en la colina.
Se publicó en 1915 y en el año 40 ya llevaba 70 ediciones. Imprescindible, garantizada de nuevo la emoción.