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Limpiando papeles me encuentro con una carta que un amigo me escribe desde Irlanda:Qué decir después de esto.
“Este sábado estuve en las Islas Aran, un lugar que seguro te encantaría. La mayor de ellas, que es la que conozco, dispone en la zona norte de un acantilado, totalmente vertical, de unos 80 metros. Te tienes que acercar reptando y cuando llegas al límite te asomas la cabeza y ves... (no me siento Dante). Si continuas avanzando unos milímetros ves más, pero con más riesgo y así hasta que el sentido común se impone.”
Según lo leo, pienso que parece una metáfora de la escritura. Al leer las palabras de mi amigo me acordé de unas de Bolaño sobre la escritura y sus peligros. Peligro para uno mismo y para los demás. Un psicoanalista inglés llamado Winnicott dijo que la frase más peligrosa en todos los idiomas es “Yo soy”. Si la escritura nos acerca a ese yo, cómo no va a ser peligrosa.
En un discurso del gran Bolaño lo encuentro:
“Aunque también es verdad que la patria de un escritor no es su lengua o no es solo su lengua sino la gente que quiere. Y a veces la patria de un escritor no es la gente que quiere sino su memoria. Y otras veces la única patria de un escritor es su lealtad y su valor. En realidad muchas pueden ser las patrias de un escritor, a veces la identidad de esta patria depende en grado sumo de aquello que en ese momento está escribiendo. Muchas pueden ser las patrias, se me ocurre ahora, pero uno solo el pasaporte, y ese pasaporte evidentemente es el de la calidad de la escritura. Que no significa escribir bien, porque eso lo puede hacer cualquiera, sino escribir maravillosamente bien, y ni siquiera eso, pues escribir maravillosamente bien también lo puede hacer cualquiera. ¿Entonces qué es una escritura de calidad? Pues lo que siempre ha sido: saber meter la cabeza en lo oscuro, saber saltar al vacío, saber que la literatura básicamente es un oficio peligroso. Correr por el borde del precipicio: a un lado el abismo sin fondo y al otro lado las caras que uno quiere, las sonrientes caras que uno quiere, y los libros, y los amigos, y la comida. Y aceptar esa evidencia aunque a veces nos pese más que la losa que cubre los restos de todos los escritores muertos. La literatura, como diría una folclórica andaluza, es un peligro”.
Estos que pongo a continuación son extractos de un libro del poeta francés René Char, que recoge y comenta Alex Susanna en su Libro de los márgenes.
"El alojamiento del poeta es realmente vago... ¿Dónde vive el poeta? En ningún lugar demasiado seguro ni quizá tampoco inseguro en exceso: ni en un hogar confortable ni al raso. El problema es que no sabemos dónde vive, porque nunca está donde está, ni está donde parece estar. Vive en un interregno perpetuo; en los entreactos de la vida, en los intersticios de la realidad".
"El poeta recomienda: 'Asomaos, asomaos todavía más'. No siempre sale indemne de su página pero, como el pobre, sabe sacar partido de la eternidad de una aceituna".
Gloria
Nada. No podemos decir nada después de tus palabras. Sólo asomarnos un poco más.
ResponderEliminarvaya textos.....me han hecho pensar....y requetepensar!!!
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