Helena Almeida |
la espero,
junto al estanque, el agua de colonia y la tarde
la espero,
con la paciencia del caballo preparado para los senderos de la montaña
la espero,
con la elegancia del príncipe refinado y bello
la espero,
con siete almohadas rellenas de nubes ligeras
la espero,
con el fuego del penetrante incienso femenino
la espero,
con el perfume masculino del sándalo en el lomo de los caballos
la espero.
No te impacientes. Si llega tarde
espérala
y si llega antes de tiempo
espérala,
y no asustes al pájaro posado en sus trenzas.
Espérala,
para que se sienta tranquila, como el jardín en plena floración.
Espérala
para que respire este aire extraño en su corazón.
Espérala
para que se suba la falda y aparezcan sus piernas nube a nube.
Espérala
y llévala a una ventana para que vea una luna bañada en leche.
Espérala
y ofreécele el agua antes que el vino,
no mires el par de perdices dormidas en su pecho.
Espérala
y roza suavemente su mano cuando poses la copa en el marmol,
como si le quitaras el peso del rocío.
Espérala
y habla con ella como la flauta
con la tenerosa cuerda del violín,
como si fuérais dos testigos de lo que os reserva la mañana.
Espérala
y pule su noche anillo a anillo.
Espérala
hasta que la noche diga:
no quedáis más que vosotros dos en el mundo.
Entonces llévala con dulzura a tu muerte deseada
Mahmud Darwish
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