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Cuando era niño, llamábamos castigo
a estar encerrados en un cuarto. La aparente
abdicación de Dios de los temas mundanos
parecía imperdonable. Esta mañana,
mientras subo los cinco pisos de mi apartamento,
recuerdo la voz airada de mi padre
envuelta en ansiedad y amor. Como siempre,
la posibilidad de un hogar –a lo sumo un sueño-
permanece ilusoria. Por eso leo a Platón, para quien el amor
no ha sido profanado. Me tumbo en la alfombra,
como un gusano compostando, y comprendo cosas
sobre las que no tengo ningún conocimiento empírico.
Aunque la puerta esté cerrada, soy libre.
Como un mapa obsoleto, mis fronteras están cambiando.
Henri Cole – Blackbird and Woolf
Traducción: Eduardo López Truco. Quélea Editorial
Copiado de una entrada en Facebook de Vicente Luis Mora
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